La abeja laboriosa


Había una vez en un hermoso prado, una abeja llamada Margarita. Margarita era una abeja muy especial, pero también muy haragana. A diferencia de sus compañeras, a ella no le gustaba llevar polen al panal para hacer miel.

En cambio, se lo comía todo ella sola y dejaba a las guardianas sin su preciado alimento. Un día, las guardianas del panal se dieron cuenta de la trampa de Margarita y decidieron no dejarla pasar más.

Al ver que ya no podía entrar al panal, Margarita sintió mucha tristeza y soledad. Sin saber qué hacer, decidió volar bajo la lluvia hasta encontrar refugio en un agujero donde vivía una culebra llamada Ramona.

Al llegar al agujero mojada y temblando de frío, Ramona le preguntó preocupada: "¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás tan triste?". Margarita sollozando respondió: "Me siento muy mal porque fui egoísta y solo pensé en mí misma.

No quise trabajar como todas las demás abejas y ahora me arrepiento". Ramona escuchó atentamente y le dijo: "Entiendo cómo te sientes, pero aún puedes cambiar tu actitud. La vida nos da oportunidades para reflexionar y mejorar".

Inspirada por las palabras de Ramona, Margarita decidió ponerse manos a la obra. Aunque el camino sería difícil, estaba dispuesta a trabajar duro para ganarse nuevamente el respeto de las guardianas del panal.

Días después, cuando la lluvia cesó y el sol volvió a brillar, Margarita regresó al prado. Se acercó tímidamente al panal y se disculpó con las guardianas por su comportamiento egoísta. Las guardianas, sorprendidas por el cambio de actitud de Margarita, decidieron darle una oportunidad.

Le permitieron entrar nuevamente al panal para llevar polen y trabajar como todas las demás abejas. Margarita estaba emocionada y agradecida por la segunda oportunidad que le habían dado. Desde ese día, trabajó incansablemente para recolectar el polen necesario para hacer miel deliciosa.

Con el tiempo, Margarita se convirtió en una abeja ejemplar. Aprendió sobre la importancia del trabajo en equipo y la generosidad de compartir lo que uno tiene con los demás.

La moraleja de esta historia es que todos cometemos errores, pero siempre hay tiempo para cambiar y mejorar. No importa cuánto hayamos fallado en el pasado; lo importante es aprender de nuestros errores y esforzarnos por ser mejores cada día.

Y así fue como Margarita dejó atrás su vida haragana y se convirtió en una abeja diligente y responsable que trabajaba duro para llevar felicidad a su panal.

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