La Abeja Valiente y los Niños de la Escuela



Érase una vez en un hermoso y colorido jardín, donde florecían las flores más vibrantes y brillantes, una abeja llamada Bibi. A diferencia de sus amigas, que eran felices zumbando alrededor de las flores, Bibi tenía un gran sueño: quería mostrarle al mundo que las abejas no eran malas, a pesar de que a veces picaban

Un día, mientras volaba de flor en flor, escuchó a unos niños en el parque cercano. Ellos jugaban, pero unos de ellos gritó:

"¡Ay! Hay una abeja, ¡corran!"

Bibi se detuvo en seco y se sintió triste. -

"¿Por qué tienen tanto miedo de mí? No soy mala, solo estoy buscando néctar para hacer miel. ¡Quiero hablar con ellos!"

Decidida, decidió volar hacia el grupo de niños, que estaban reunidos sobre una manta, disfrutando de un picnic. Al acercarse, notó que los niños, al verla volar, se empezaron a apartar y a gritar de nuevo.

"¡Miren esa abeja, se viene para aquí!"

"¡No, que nos va a picar!"

Bibi, aunque un poco asustada, tuvo el valor de decirles:

"¡Hola, chicos! Soy Bibi, y vengo en son de paz. No soy aquí para hacerles daño, solo para hablar contigo!"

Los niños se quedaron en silencio, sorprendidos. Una niña valiente, llamada Sofía, se asomó un poco entre el grupo.

"¿Puedes hablar, abeja?"

"Sí, sí! Soy una abeja especial, y estoy aquí para contarles que no deben tener miedo de mí ni de mis amigas. No todas las abejas pican. Solo lo hacemos si nos sentimos amenazadas."

Los otros niños intercambiaron miradas de escepticismo.

"Pero todos dicen que las abejas son peligrosas", dije Juan, que siempre había tenido miedo de los insectos.

Bibi, con toda su valentía, les respondió:

"Es cierto que algunas personas no saben cómo comportarse cerca de nosotras. ¡Pero somos esenciales para la naturaleza! Sin las abejas, no tendríamos muchas frutas y flores que disfrutamos. ¿Sabían que polinizamos un montón de plantas?"

Los niños comenzaron a hacerse preguntas.

"¿Es verdad?" -preguntó Sofía.

"Sí, ¡miren ese jardín! Sin nosotras no sería tan hermoso" -dijo Bibi, señalando a su alrededor.

"Pero, ¿cómo sabemos que no nos vas a picar?" -preguntó Mateo, un niño de ojos curiosos.

"Lo prometo, si me dejan estar cerca, no haré nada. Solo quiero enseñarles. ¿Quieren saber cómo hacemos miel?" -Dijo Bibi emocionada.

Los niños, intrigados, asintieron. Bibi continuó:

"Las abejas tenemos un trabajo en el colmenar. Vamos de flor en flor recolectando néctar, que luego convertimos en miel, una delicia dulce y saludable"

Los niños estaban maravillados.

"¿Y cómo lo hacen?" -preguntó nuevamente Sofía.

"¿Puedo enseñarle? ¡Vengan a observarme!" -exclamó Bibi, emocionada por la idea.

"¡Genial!" -gritaron los niños al unísono.

Bibi voló de regreso al jardín, con los niños siguiéndola emocionados. Les mostró cómo recolectaba néctar de las flores, y ellos aprendieron sobre la polinización.

"Mirad, esta flor no podría vivir sin nosotras!"

Bibi explicó cómo las abejas ayudaban a las plantas a crecer.

Después de un rato, entendieron que las abejas eran importantes y que no tenían que tenerles miedo.

"¡Bibi, eres increíble!" -gritó Mateo.

Finalmente, Bibi llevó a los niños a su colmenar. Allí conocieron a otras abejas y vieron cómo hacían miel.

"Quiero probar un poco de miel!" -exclamó Sofía mientras observaba a Bibi.

Bibi les ofreció unas gotitas de miel que habían hecho.

"¡Mmmm, está riquísima!" -dijo Juan, sorprendiendo a todos.

A partir de ese día, los niños comprendieron lo valiosas que eran las abejas y se comprometieron a cuidar de ellas.

"¡No más miedo! Unámonos para proteger a Bibi y sus amigas," -finalizó Sofía.

Y así, Bibi cumplió su sueño de explicarles a los niños que, aunque puedan picar, las abejas eran criaturas maravillosas que hacían del mundo un lugar más hermoso.

"Gracias, Bibi. Ahora entendemos y te queremos!" -dijeron los niños entusiasmados.

Desde entonces, los niños ofrecieron su ayuda y se hicieron protectores de las abejas, creando un grupo especial en la escuela llamado "Amigos de las Abejas". Así, Bibi encontró no solo amigos, sino también defensores de su especie.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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