La Abeja y la Avispa
En una colorida colina, en medio de un prado repleto de flores, vivía una abeja llamada Amalia. Un día, mientras volaba, descubrió a una pequeña avispa bebé abandonada. Con un gran corazón, decidió adoptarla y criarla como su propia hija.
La llamó Valentina. A pesar de que Valentina era una avispa, Amalia la amaba con todo su ser y la criaba con amor y cuidado.
Valentina creció sin saber realmente que era una avispa; se esforzaba por ser una dulce obrera, recogiendo néctar y polen para la colmena.
Un día, mientras realizaba sus tareas diarias, Valentina notó que las demás abejas la miraban de manera extraña.
Intrigada, se acercó a una abeja mayor y le preguntó: - ¿Por qué me miran de esa forma? ¿Hay algo mal conmigo? La abeja, sorprendida, le explicó: -Valentina, eres una avispa, no una abeja. Aunque Amalia te ama como a su propia hija, eres diferente a nosotras. Valentina se sintió confundida y triste.
No entendía por qué debía ser tratada de manera distinta, si se esforzaba por ser una buena obrera, igual que las demás abejas. Decidida a encontrar respuestas, buscó a Amalia y le planteó todas sus dudas.
Amalia, con ternura, le contó la verdad sobre su origen y le recordó lo especial que era. Valentina, con el corazón lleno de preguntas, decidió explorar el prado por su cuenta. Mientras volaba, divisó a una avispa en apuros atacada por un pájaro.
Sin dudarlo, Valentina se lanzó a rescatarla. La avispa, agradecida, le contó sobre su vida y la diferencia entre las avispas y las abejas. Valentina finalmente comprendió que, aunque era diferente, poseía cualidades únicas que la hacían especial.
Juntas, volaron lejos de la colmena, en busca de un nuevo hogar donde pudieran ser aceptadas tal como eran.
Valentina se convirtió en defensora de la diversidad y la inclusión, enseñando a todos que lo que importa no es cómo te ven los demás, sino cómo te ves a ti mismo.
FIN.