La Abejita Flora y el Día Especial en el Aula 5 años B



Era un soleado lunes en el Jardín de Infantes Arcoíris. Los niños del aula 5 años B estaban nerviosos porque ese día, su maestra, la seño Marta, les había prometido una sorpresa. Nadie sabía lo que iba a pasar, hasta que de repente, la ventana se abrió.

Y, ¡zaz! Con un revoloteo alegre, una pequeña abejita dorada entró volando al aula. Todos miraron asombrados.

"¡Hola, chicos! Soy la abeja Flora, y estoy aquí para ayudarles a aprender sobre la naturaleza", dijo Flora mientras hacía un giro elegante en el aire.

Los niños aplaudieron emocionados.

"¡Una abeja que habla!", gritó Tomás, el más curioso de todos.

"Sí, puedo hablar, cantar y también bailar, pero lo más importante es que puedo contarles sobre el mundo de las flores y la polinización", continuó Flora mientras posaba en la mesa.

La seño Marta sonrió y dijo:

"Chicos, ¿quieren que Flora nos cuente sobre su trabajo?"

"¡Sí!", gritaron todos al unísono.

Conmovida por el entusiasmo, Flora se acomodó y comenzó a relatar cómo las abejas son esenciales para que las flores crezcan y produzcan frutas y semillas.

"Cuando yo visito a las flores, les ayudo a que se reproduzcan y así nacen más flores!", explicó Flora.

"¿Y por qué es tan importante eso?", preguntó Sofía, que siempre quería saberlo todo.

"Porque gracias a las flores, muchas frutas y verduras crecen. ¡Todo está conectado, y sin nosotros, la naturaleza tendría problemas!", contestó Flora mientras enseñaba dibujos de diversos frutos.

Cada vez que Flora hablaba, los niños escuchaban atentos. Sin embargo, de repente, un niño llamado Nicolás hizo una pregunta inesperada:

"¿Pero por qué a algunos les da miedo las abejas?"

Flora hizo una pausa y respondió con calma:

"Es verdad, muchas personas tienen miedo de las abejas porque creen que pueden picar. Pero, en realidad, sólo pican para defenderse. Lo que más queremos es ayudarles y trabajar en armonía. Si cuidamos de nosotros y de la naturaleza, todos podemos vivir felices."

La seño Marta asintió y dijo:

"Eso es muy cierto, Nicolás. Es importante aprender a respetar a todos los seres vivos."

La tarde continuaba llena de alegría, pero Flora les tenía preparada una actividad.

"¡Vamos a hacer un jardín de papel! Cada uno de ustedes va a dibujar su flor favorita y luego la pegaremos en esta cartulina para que nuestra aula se llene de colores y amor por la naturaleza."

Los niños se pusieron a trabajar con entusiasmo. Los dibujos florecieron por todo el aula: girasoles, tulipanes, margaritas.

"¡Mirá, Flora! Este es el sol en mi dibujo, ¡sin sol no hay flores!", exclamó Juan con gran orgullo.

"Y yo dibujé una abeja para que pueda visitar mi flor", dijo Ana, sonriendo.

Cuando terminaron, Flora se puso de pie en la mesa y dijo:

"¡Es hora de mostrar nuestro amor por las flores!"

"¿Qué haremos?" preguntó Sofía, curiosa nuevamente.

"Vamos a crear una canción sobre nuestras flores, ¡cantemos juntos!", propuso Flora.

Y así, los niños comenzaron a inventar una canción sobre las flores, mientras Flora hacía un baile alrededor de la sala.

"Con el sol brillando, y las flores bailando, ven a jugar conmigo..." cantaban mientras todos reían y se divertían.

De repente, se escuchó un golpe en la ventana. Era un grupo de niños de otras aulas que se había asomado, intrigados por la música y los colores.

"¿Podemos entrar?" gritó una nena con una trenza.

"Claro, ¡cuantos más seamos, más divertido!" respondió Flora.

Pronto, el aula 5 años B se llenó de risas y canciones. Todos aprendieron a valorar a las abejas y su importante trabajo en la naturaleza, e incluso comenzaron a planear un proyecto para plantar flores en el jardín del jardín de infantes.

Al final del día, cuando Flora tuvo que irse, los chicos la despidieron con gritos de alegría.

"¡Volvé pronto, Flora!", gritaron.

"Lo haré. Recuerden siempre cuidar de las flores y de las abejas. ¡Nosotros somos sus mejores amigos!", contestó la abeja mientras volaba hacia el horizonte.

Esa tarde, los niños aprendieron no solo sobre las flores, sino también sobre la amistad y la importancia de cuidar el planeta que habitan. La alegría de Flora siempre estaría en sus corazones, y en su aula permanecería el brillo de sus colores y el amor por la naturaleza que había encendido en ellos.

FIN.

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