La Abejita Sin Alas



En un hermoso prado lleno de flores de todos los colores, vivía una abejita llamada Lila. Lila era muy diferente a las demás abejitas del colmenar. Mientras sus compañeras volaban de flor en flor, recolectando néctar y polen, Lila sólo podía caminar por el suelo.

- ¿Por qué no podés volar, Lila? - le preguntó una abeja llamada Miel, mientras daba vueltas en el aire.

- No lo sé, Miel - respondió Lila con tristeza. - Mis alas no me ayudan a volar como a las demás.

Miel, con su espíritu aventurero, siempre animaba a Lila a que no se desanimara. Un día, decidieron hacer un viaje juntas al Jardín de las Flores Brillantes, un lugar mágico donde el néctar era el más dulce de todos. Allí, el sol brillaba y las flores parecían hablar entre sí.

Cuando llegaron al jardín, Lila se sintió un poco insegura al ver a todas sus amigas volando. Sin embargo, algo en su interior le decía que había que intentarlo.

- Lila, vamos a probar otra vez. Quizás estas alas tengan algo especial - le dijo Miel, emocionada.

- Pero, Miel... - comenzó Lila.

- No te preocupes. ¡Solo confía en ti misma! - la interrumpió Miel.

Lila cerró los ojos y se concentró. En ese momento, se escuchó un suave murmullo que provenía de las flores.

- ¡Vamos, Lila! - gritaron las flores al unísono. - Siente el aire, ¡aquí es donde perteneces!

- ¿Ustedes pueden hablar? - exclamó Lila, sorprendida.

- ¡Sí, por supuesto! - contestaron las flores. - Todas las criaturas del jardín tenemos nuestra propia magia. Tienes que descubrir la tuya.

Con esos ánimos, Lila decidió intentarlo una vez más. Se lanzó hacia adelante y comenzó a correr rápidamente. De repente, sintió una brisa cálida que levantó su pequeño cuerpo. ¡Estaba despegando! Pero en lugar de volar como las otras abejitas, Lila comenzó a saltar.

- ¡Lo logré! - gritó Lila, saltando de una flor a otra, mientras las flores reían de alegría.

Los otros insectos del jardín se reunieron para ver el espectáculo inusual. A medida que Lila saltaba, comenzó a entender que su forma de moverse era especial.

- ¡Qué increíble! - dijo un escarabajo llamado Ray. - Nunca he visto a una abeja saltar así.

Lila sonrió, sintiéndose orgullosa de su habilidad.

- ¡Lila! Eres única - la alentó Miel. - Deberías mostrar esto a las demás abejas del colmenar.

Con el corazón lleno de valentía, Lila y Miel regresaron al colmenar. Cuando llegaron, las otras abejitas las miraron con curiosidad.

- ¡Lila! ¿Qué les pasó? - preguntó una abeja curiosa llamada Sol.

- ¡Miren! - exclamó Miel. - Lila no necesita volar. ¡Ella salta!

Lila comenzó a mostrarles lo que había aprendido en el Jardín de las Flores Brillantes. Saltaba entre las flores, recogiendo néctar con una energía contagiosa. Las demás abejitas quedaron fascinadas.

- ¡Eres la abeja más creativa que conocemos! - dijo Sol. - Nunca pensé que podrías hacer eso.

Con el tiempo, Lila se convirtió en la estrella del colmenar. Enseñó a las otras abejas a ver el mundo desde una nueva perspectiva, y todas comenzaron a valorar sus diferencias.

- ¡Gracias, Lila! - le dijeron las abejas. - Nos enseñaste que cada uno tiene sus propios talentos, y eso es lo que nos hace especiales.

Lila nunca dejó de trabajar y saltar, y aprendió que aunque no podía volar como las demás, tenía su propio lugar en el mundo. Así, la abejita sin alas se convirtió en un símbolo de superación y amistad en el prado.

Y así, en un prado lleno de flores y color, Lila encontró su propia manera de brillar, recordando que la verdadera magia está en ser uno mismo y en aceptar nuestras diferencias.

FIN.

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