La abuela Ángeles con los pelos de punta



En un pequeño pueblo de Argentina, vivía la abuela Ángeles, conocida por su risa contagiosa y su amor por las historias. Pero había algo peculiar sobre ella: cada vez que se emocionaba mucho, se le erizaban los pelos y se veían como pequeños chispitas brillando a la luz del sol.

Un día soleado, los niños del barrio decidieron visitar a la abuela Ángeles. Su casa estaba llena de color, con flores de todos los colores en el jardín y el aroma a pastel recién horneado que salía de la cocina. Al llegar, Ezequiel, el más curioso del grupo, tocó la puerta.

"¡Abuela Ángeles!", gritó Ezequiel emocionado. "¡Estamos aquí!"

La puerta se abrió de par en par y la abuela Ángeles salió con una sonrisa deslumbrante y, por supuesto, con esos pelos de punta que la caracterizaban.

"¡Hola, mis amores!", exclamó la abuela. "¿Vienen a escuchar historias de valientes?"

Los niños asintieron con entusiasmo y se sentaron en círculo en el jardín, ansiosos por escuchar la primera historia. La abuela comenzó:

"Esta es la historia de un pequeño pajarito que soñaba con volar alto en el cielo. A pesar de tener miedo, un día decidió que no dejaría que el temor lo detuviera. Y así, voló más alto, cruzando nubes y alcanzando el sol."

Los niños escuchaban con atención, sus ojos brillando. Pero de repente, se oyó un gran estruendo. ¡Una tormenta se acercaba y las nubes oscuras cubrían el cielo!"¡Vamos, rápido!", dijo Sofía, la más valiente del grupo. "Debemos ayudar a abuela Ángeles a traer las cosas adentro."

Unos minutos después, todos estaban ayudando a la abuela a recoger las macetas y cerrar las ventanas. Los vientos comenzaron a soplar fuerte, haciendo que los pelos de la abuela se erizaran aún más.

"¡Ay, qué emoción! ¡Nunca había visto un viento así!", comentó la abuela, riéndose, mientras los niños la miraban con asombro.

Cuando lograron asegurar todo en la casa, los niños, temerosos por la tormenta, se sentaron de nuevo alrededor de la abuela.

"¿Qué hacemos ahora, abuela?", preguntó Nicolás, con los ojos muy abiertos.

"¡Vamos a contar historias!", dijo Ángeles. "Les contaré la historia del valiente pajarito, pero también de la tormenta que los animales del bosque enfrentaban. Cada uno, a su manera, se unía uniendo fuerzas. La lluvia caía, pero ellos no se dejaban llevar por el miedo. Encontraban refugio juntos, ayudándose entre ellos."

Los niños comenzaron a compartir sus ideas para el cuento, cada uno añadiendo un nuevo personaje. De repente, Sofía tuvo una idea brillante.

"¿Y si el pajarito tiene una amiga? Un pez que necesita ayuda durante la tormenta!"

Todos aplaudieron y el cuento tomó un giro aún más emocionante. Así, volarían juntos.

En medio de la historia, la tormenta comenzó a calmarse y los niños se sintieron cada vez más seguros. Al final, la lluvia se detuvo y apareció un hermoso arcoíris en el cielo.

"Miren, ahí está el tesoro de la tormenta: ¡el arcoíris!", exclamó la abuela Ángeles.

Los niños miraron hacia arriba, maravillados.

"Sí, abuela, ¡qué hermoso! Miren, eso significa que después de la tormenta siempre sale el sol. Y nosotros aprendimos a ser valientes y ayudarnos entre amigos."

La abuela sonrió, sus pelos todavía erizados, pero ahora llenos de alegría.

"Así es, mis pequeños. La verdadera magia está en nuestra amistad y en cómo enfrentamos juntos los miedos. Nunca olviden ser como el pajarito y su amigo el pez. Siempre hay aventuras esperando para quienes se atreven a soñar."

Y así, esa tarde se convirtió en una de las más memorables, donde cada niño aprendió no solo sobre el valor de la amistad, sino también sobre lo importante que es enfrentar los temores con una linda sonrisa y un corazón unido.

Desde entonces, cada vez que la abuela Ángeles veía a los chicos, sus pelos se erguían de emoción, recordando la historia que crearon juntos bajo la lluvia, llenando de risas y valentía el pueblo.

FIN.

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