La Abuela y el Pequeño Acelera



Érase una vez en un pequeño pueblo, una abuela llamada Rosa que vivía sola en una casa llena de plantas y flores. Su jardín era famoso por ser el más colorido de la zona. Un día, un niño llamado Tomás, que pasaba por allí mientras jugaba, se detuvo maravillado por el esplendor del jardín de la abuela.

"¡Qué lindo tu jardín, abuela!" - le dijo Tomás, con los ojos brillando de emoción.

"Gracias, querido. Cada planta tiene su propio cuento. Si quieres, puedo contarte algunas historias mientras me ayudas a cuidarlas" - respondió Rosa, sonriendo.

Desde ese momento, Tomás se convirtió en el pequeño ayudante de la abuela. Todos los días después de la escuela, iba corriendo a su casa. Se divertían regando las plantas, podando las flores y, sobre todo, escuchando las historias que Rosa contaba sobre cada especie que cultivaba.

Un día, Rosa notó que Tomás estaba más callado de lo habitual. Cuando le preguntó, él le contestó con preocupación:

"Abuela, en la escuela todos se ríen de mí porque no soy muy bueno jugando al fútbol. A veces siento que no sirvo para nada".

Rosa, con una mirada comprensiva, le dijo:

"Tomás, todos tenemos talentos diferentes. Algunos son buenos en deportes, otros en el arte y otros en cuidar plantas como nosotros. Pero lo más importante es encontrar lo que te apasiona y disfrutarlo. ¿Has pensado en participar en el concurso de jardín de la escuela?"

El niño se iluminó.

"¿De verdad? Pero no sé nada sobre jardines"

"Eso no importa. Tú ya sabes mucho de lo que hemos aprendido juntos. Además, siempre estoy aquí para ayudarte. Entonces, ¿qué te parece si hacemos un pequeño jardín juntos y presentamos nuestros proyectos?"

Tomás se sintió animado. Comenzaron a planear su jardín. Rosa le enseñó sobre las plantas que mejor crecen en su localidad, cómo hacer que florezcan y qué colores combinan mejor. Juntos, llenaron pequeñas macetas con semillas y aseguraron que cada una tuviera el mejor cuidado.

A medida que los días pasaban, el jardín empezó a tomar forma. Pero un día, una tormenta golpeó el pueblo. Tomás temía que su jardín fuera destruido.

"¡Ay, abuela! ¿Qué vamos a hacer?"

"No te preocupes, Tomás. A veces, las tormentas pueden ser buenas. Ayudan a que las plantas crezcan fuertes. Vamos a protegerlas con lo que tengamos, y luego revisaremos cómo están".

Dos días después de la tormenta, Tomás y Rosa salieron a ver el daño. El jardín había soportado la lluvia y algunas plantas habían crecido aún más. Tomás estaba sorprendido al ver cómo algunas de las semillas que habían plantado ya asomaban por la tierra.

"¡Mirá, abuela! ¡Nuestras semillas han crecido!"

"Ese es el milagro de la naturaleza, Tomás. A veces, lo que parece un mal momento, puede traer grandes resultados".

Con el tiempo, el día del concurso llegó. Tomás estaba nervioso, pero Rosa le recordó todo lo que habían trabajado juntos y eso le dio confianza.

"Recuerda, Tomás, lo más importante es disfrutar lo que hiciste y compartirlo con los demás".

Cuando llegó su turno, presentaron su jardín con entusiasmo. Tomás comenzó a hablar sobre cada planta, cómo las cuidaron y lo que había aprendido de ellas.

El jurado se mostró impresionado. Al final de la competencia, Tomás y Rosa no solo ganaron un premio, sino que también hicieron nuevos amigos y recibieron muchos elogios.

"Abuela, ¡no lo puedo creer! ¡Lo hicimos!"

"Sí, querido. Lo hecho con amor y dedicación siempre da frutos. Nunca hay que rendirse y lo más importante, todos somos únicos y valiosos".

Y así, Tomás aprendió que ser diferente no era un problema, sino un regalo. Desde entonces, nunca dejó de cuidar su jardín y de compartir esas enseñanzas tanto con los amigos de la escuela como con la abuela Rosa, quien siempre le ayudaba a descubrir su potencial.

FIN.

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