La abuela y las fracciones mágicas
Era una soleada tarde en Buenos Aires y los hermanitos Mateo y Sofía se preparaban para visitar a su abuela. Ella siempre les enseñaba cosas nuevas, pero esta vez algo especial estaba por ocurrir. Cuando llegaron, el olor a galletas recién horneadas los envolvió como un abrazo cálido.
"¡Abuela! ¡Qué rico huele!" - exclamó Sofía, con los ojos brillantes.
"Hola, mis amores. Estaba haciendo galletas, pero necesito su ayuda para terminar con la receta. ¿Listos para aprender algo nuevo?" - dijo la abuela, sonriendo.
"¿Vamos a hacer más galletas?" - preguntó Mateo, intrigado.
"Sí, pero también les enseñaré algo acerca de fracciones. ¡Empecemos!" - respondió la abuela, abriendo su antiguo libro de recetas.
La abuela sacó un cuenco que estaba lleno de harina, azúcar, y un montón de ingredientes mágicos.
"Para hacer estas galletas, necesitamos 2 tazas de harina. Pero si queremos hacer la mitad de la receta, ¿cuántas tazas necesitamos?" - preguntó la abuela, levantando una ceja.
"¡Una taza!" - gritaron los dos al unísono.
"¡Muy bien! Y ahora, ¡vamos a mezclar!" - animó la abuela mientras cada uno tomaba una cuchara de madera. Los tres comenzaron a mezclar la harina con todo lo demás.
Después de un rato de mezclar y reírse, la abuela dijo: "Ahora necesitamos agregar la mantequilla. ¿Cuánto es un cuarto de taza de mantequilla en cucharadas?"
Mateo frunció el ceño, pensativo.
"¿Es 4?" - preguntó.
"¡Casi! Un cuarto de taza son 4 cucharadas, así que si queremos hacer la mitad de la receta..." - la abuela hizo una pausa dramática.
Sofía saltó emocionada:
"¡Son 2 cucharadas!"
"¡Exactamente! Ustedes son unos genios. Ahora, ¡a derritámosla!" - dijo la abuela y caminó hacia la cocina.
Mientras la mantequilla se derretía, Mateo miró a su abuela y le preguntó:
"Abuela, ¿qué pasaría si hacemos solo un cuarto de la receta?"
La abuela se quedó pensativa un momento y luego sonrió:
"Esa es una gran pregunta, Mateo. Necesitaríamos que me digas cuánto serían entonces los ingredientes para un cuarto de la receta. ¡Vamos a calcular!"
Sofía comenzó a contar:
"Si la receta es de 2 tazas de harina, un cuarto sería solo media taza. ¿Y el azúcar?"
Todos comenzaron a anotar en un papel. Después de varios cálculos risueños y muchas risas, la abuela dijo:
"¡Perfecto! Ahora, hagamos ese cuarto de galletitas. Pero hay algo que quiero que entiendan, ¡las fracciones también son como la vida! A veces tenemos que dividir y compartir para disfrutar de algo más grande con quienes amamos. ¿No les parece?"
"Sí, abuela. ¡Es cierto!" - respondieron Mateo y Sofía en coro, sintiendo que cada galleta que hacían era un símbolo de amor compartido.
Cuando finalmente las galletas estuvieron listas, toda la casa se llenó de un aroma irresistible. La abuela ofreció a cada uno una galleta, con una gran sonrisa:
"Recuerden siempre que compartir es lo mejor. ¡Y la vida se siente más dulce cuando la compartimos!"
Mientras disfrutaban sus deliciosas galletas, Mateo y Sofía se prometieron que cada vez que hicieran recetas con su abuela, también recordarían las lecciones de fracciones. Y así, con risas y dulzura, el amor de la abuela se convirtió también en su amor por los números.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.