La abuela y las frutas mágicas



Había una vez, en un pintoresco pueblito llamado Frutopolis, una abuela llamada Clara. Era una mujer dulce y cariñosa, pero había algo peculiar sobre ella: estaba convencida de que todas las frutas estaban envenenadas. A pesar de que todos en el pueblo adoraban las frescas manzanas, las jugosas naranjas y las jugosas peras, la abuela Clara se negaba rotundamente a probarlas.

Un día, su nieta Sofía, una niña curiosa y valiente, decidió que era hora de que su abuela superara su miedo. "Abuela, ¿por qué no comes frutas? Son deliciosas y saludables!" -le preguntó Sofía con una sonrisa.

La abuela suspiró. "Ay, Sofía. He escuchado tantas historias sobre frutas que hacen mal. No quiero arriesgarme." -dijo la abuela mientras acariciaba un viejo libro de cuentos, lleno de relatos sobre frutas venenosas.

Sofía pensó que tal vez una aventura podría ayudar a su abuela a ver las frutas de manera diferente. Así que ideó un plan. "Abuela, ¿quieres venir conmigo a la feria de frutas del pueblo? Tal vez podamos descubrir la verdad juntas!" -le propuso Sofía, emocionada.

La abuela dudó un momento, pero al ver la emoción de su nieta, finalmente accedió. "Está bien, Sofía, iré contigo. Pero sólo miraré, no voy a comer ninguna!" -respondió Clara, con algo de reticencia.

Al llegar a la feria, los colores y olores de las frutas frescas inundaron sus sentidos. Sofía estaba maravillada, pero la abuela se sentía un poco insegura. "Mirá, abuela, esa mesa tiene las manzanas más brillantes que he visto!" -exclamó Sofía mientras corría hacia la mesa de las frutas.

La anciana la siguió de cerca y vio a un vendedor amigable. "Bienvenidos! Estas son manzanas de la mejor calidad, ¡las más frescas del pueblo!" -dijo el vendedor, ofreciendo una manzana roja y jugosa a Sofía.

"Abuela, ¡ve qué hermosa es! ¿No dan ganas de probarla?" -preguntó Sofía, con los ojos brillando de emoción.

La abuela miró la manzana con desconfianza. "No, no. Me pueden hacer daño. He leído que algunas frutas son peligrosas" -replicó Clara, sintiéndose un poco abrumada.

Pero entonces, el vendedor sonrió y se acercó. "Tía Clara, siempre hay que informarse. Esta manzana fue cosechada de un huerto local, ¡es completamente natural!" -dijo el hombre, con aire de confianza.

La abuela miró a Sofía y luego al vendedor. "¿Sabés qué? Tal vez tendría que aprender más sobre las frutas antes de decidir no comerlas. Pero no sé ni por dónde empezar" -dijo Clara, un poco avergonzada.

El vendedor, amablemente, ofreció una oración. "¿Qué te parece si te doy un recorrido por la feria y te explico todo lo que necesitas saber sobre las frutas?" -sugirió.

Sofía aplaudió de alegría. "¡Sí, abuela! Vamos!" -exclamó, corriendo hacia el vendedor.

Así, el vendedor empezó a contarles la historia de las frutas, cómo se cultivaban, cómo eran esenciales para una dieta saludable y los beneficios que aportaban a la salud. Habló de sus colores vibrantes, sus sabores y, sobre todo, de su producción sostenible.

La abuela Clara escuchaba atentamente y sintió que su miedo comenzaba a desvanecerse. "Bueno, creo que ahora entiendo mejor..." -murmuró mientras probaba una pequeña muestra de una naranja. "¡Qué rica!" -se sorprendió Clara, sonriendo por primera vez por el sabor de una fruta.

Sofía se llenó de felicidad. "¡Te dije que eran deliciosas! ¡Ves, abuela? no todas son venenosas!" -dijo Sofía.

Sin darse cuenta, la abuela había probado su primera fruta y se dio cuenta de que no le había hecho daño. Animada por su descubrimiento, empezó a probar otras frutas mientras el vendedor les enseñaba sobre cada una de ellas. Hasta que Clara se sintió lista para comprar algunas para llevar a casa.

De regreso a casa, Sofía miraba con emoción a su abuela. "¿Vas a comer frutas de ahora en más?" -preguntó, con una sonrisa llena de esperanza.

La abuela Clara sonrió ampliamente. "¡Claro que sí! Ahora que sé que son saludables y deliciosas, no voy a dejar de comer frutas jamás!" -exclamó.

Y así, la abuela Clara se convirtió en la mayor fanática de las frutas en Frutopolis. Después de aquel día, disfrutaba de hacer mermeladas, ensaladas y hasta postres de frutas con Sofía, quienes juntas se convirtieron en las reinas de la cocina frutal.

La moraleja de la historia es que a veces nuestros miedos nos impiden disfrutar de cosas bellas y deliciosas que nos ofrece la vida. Con un poco de conocimiento, valentía y apoyo, podemos superar cualquier temor. Nunca dejes de explorar y descubrir, porque el mundo está lleno de sorpresas.

Y así, la abuela y Sofía vivieron felices, llenas de fruta fresca y aventuras por descubrir.

FIN.

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