La Acelga Mágica que Salvó al Mundo
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Verdilón, donde todos los habitantes eran amantes de las verduras y de la buena comida. En el centro del pueblo, había un jardín donde crecían las hortalizas más grandes y verdes que uno pudiera imaginar. Pero entre todas ellas, había una acelga especial, a la que todos llamaban Acelga Mágica.
Un día, mientras los niños jugaban alrededor del jardín, apareció una nube oscura en el horizonte. El viento sopló con fuerza, trayendo consigo un misterioso hechizo que hizo que todas las verduras del mundo se empezaran a marchitar.
"¡Oh no! ¡Mis zanahorias!" exclamó el pequeño Juan, mientras veía como sus zanahorias perdían su color.
"¡Y mis tomates!" agregó Sofía, con lágrimas en los ojos.
Los habitantes de Verdilón estaban preocupados porque sabían que, sin verduras, no habría comida. Decidieron reunirse en la plaza.
"¿Qué vamos a hacer?" preguntó el alcalde, don Verdor.
"¡Necesitamos a la Acelga Mágica!" sugirió un anciano sabio de la aldea.
Todos se miraron con esperanza. La Acelga Mágica, que siempre había estado en su jardín, tenía el poder de devolver la vida a las verduras. Pero sabían que encontrarla no iba a ser fácil.
El grupo, liderado por Juan, Sofía y el anciano sabio, se aventuraron a buscar a la Acelga Mágica. Mientras caminaban, encontraron obstáculos. Un río de salsa de tomate, que hacía mucho no se secaba, se interponía en su camino.
"¿Cómo vamos a cruzar?" preguntó Sofía.
"Debemos hacer un puente con troncos y ramas," propuso Juan.
Juntos, comenzaron a recoger troncos y a formar un puente. Trabajaron en equipo y, al final, lograron cruzar. Pero justo después, se dieron cuenta de que habían dejado de prestar atención al cielo, y la nube oscura se había acercado aún más. Fue entonces cuando escucharon un canto melodioso que provenía de una colina cercana.
"¿Escuchan eso?" preguntó el anciano.
Siguieron el sonido y encontraron a un grupo de verduras cantando. Era un espectáculo sorprendente: brócolis, espinacas y calabacines formaban un coro, llenando el aire con su música mágica.
"¡Por favor! ¿Han visto a la Acelga Mágica?" preguntó Juan emocionado.
"Sí, la hemos visto, pero ahora está atrapada en la nube oscura." dijeron los brócolis.
El grupo se sintió desanimado, pero el anciano tuvo una idea.
"Si unimos nuestras voces y cantamos juntos, podríamos hacer que la nube se disipe."
Sin dudarlo, se unieron a las verduras en su canción. Cantar era muy divertido y, a medida que sus voces se elevaban, la nube comenzó a dispersarse. La luz del sol volvió a iluminarlos.
"¡Lo logramos!" gritó Sofía, mientras los adolescentes se reían felices.
Y justo cuando pensaban que todo estaba resuelto, la Acelga Mágica apareció, brillando mágicamente bajo el sol.
"¡Gracias, amigos! Estaba esperando que unieran sus corazones y voces. Sólo así podía salir de mi prisión." dijo la Acelga, danzando en el aire.
Juan, Sofía, el anciano y todas las verduras aplaudieron emocionados.
"¿Puedes ayudar a las otras verduras?" preguntó Juan.
"¡Por supuesto!" respondió la Acelga Mágica, moviendo su tallo.
Con un toque de su hoja mágica, Acelga hizo que todas las verduras alrededor recuperaran su color y vitalidad. El pueblo de Verdilón volvió a ser un lugar próspero, lleno de verduras frescas y sonrisas.
"Nunca debemos olvidar el poder de trabajar juntos y cuidar de nuestro mundo", dijo el anciano sabio.
Desde entonces, cada primavera, los habitantes de Verdilón celebraban el Día de la Acelga, recordando cómo una pequeña verdura unió a todo el pueblo para superar un gran desafío.
Y así, la Acelga Mágica se convirtió en un símbolo de unión y esperanza.
"Gracias Acelga Mágica!" gritaban los niños cada año.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.