La Aldea de las Estrellas



Había una vez en un mundo distante, una pequeña aldea llamada Estrellita. En Estrellita no había electricidad. Las casas estaban hechas de barro y paja, y las tardes se iluminaban con lámparas de aceite que parpadeaban como estrellas en el cielo. Los habitantes se contentaban con el brillo de la luna y las estrellas para guiarse por las noches.

Entre ellos vivía una niña llamada Lía. Lía era curiosa y valiente, siempre soñando con cosas nuevas y aventuras. En la aldea, todos se conocían y se ayudaban entre sí, pero había algo que siempre inquietaba a Lía.

- “Mamá, ¿por qué no tenemos luces eléctricas como en los cuentos? ” - preguntó Lía una mañana mientras ayudaba a su mamá a preparar la cena.

- “Estrellita vive de otra manera, querida. Aquí valoramos la naturaleza y su luz. La electricidad no es lo único que puede iluminarnos” - respondió su mamá, sonriendo.

Un día, mientras exploraba por el bosque cercano, Lía se topó con un pequeño robot hecho de chatarra, tirado entre las hojas. Tenía una gran sonrisa pintada en su rostro y unos ojos brillantes que parecían reflejar el cielo estrellado.

- “Hola, soy Chispita, el robot perdido. ¿Puedes ayudarme a encontrar mi hogar? ” - dijo el robot con un tono amistoso.

- “¡Claro que sí! Pero, ¿cómo es tu hogar? ” - preguntó Lía, intrigada.

Chispita le contó que su hogar era un lugar lleno de luces de colores que danzaban en el aire. Pero en su travesía había perdido su camino y se había estrellado en el bosque. Lía decidió ayudarlo y lo llevó a su aldea.

Una vez en Estrellita, los aldeanos quedaron asombrados. Nunca habían visto un robot, y aunque algunos estaban asustados, Lía les recordó que Chispita solo quería encontrar su hogar. Todos se unieron para ayudar, pero no había electricidad para recargar al pequeño robot.

- “Tal vez podamos encontrar otra manera. Chispita, ¿qué es lo que necesitas? ” – le preguntó Lía, con su mirada llena de determinación.

- “Necesito energía, pero no soy como los dispositivos electrónicos. Puedo funcionar con la energía de las estrellas. Solo necesito un poco de luz del cielo y algo que conecte mi corazón” - explicó Chispita.

Lía pensó por un momento y le pidió ayuda a su amigo Martín, un niño que era muy ingenioso y siempre encontraba soluciones.

- “Lía, se me ocurre algo. Podemos construir una especie de reflector con espejos y concentrar la luz de las estrellas en su corazón” – dijo Martín emocionado.

Los aldeanos juntos comenzaron a recolectar espejos viejos y a hacer un gran reflector. Cuando cayó la noche, colocaron el reflector y comenzaron a cantar bajo las estrellas, creando una melodía que resonaba en el aire.

De repente, un rayo de luz brillante iluminó el corazón de Chispita, quien comenzó a cobrar vida.

- “¡Gracias, amigos! ¡Estoy volviendo a encenderme! ” - exclamó Chispita, empezando a moverse.

La aldea entera celebró, bailando y riendo, mientras Chispita iluminaba el lugar con luces de colores, cálidas y brillantes, que danzaban por todo el pueblo.

Con su energía renovada, Chispita les contó sobre su hogar, un lugar mágico donde la electricidad no era sólo cables y dispositivos, sino amistad y colaboración.

- “Puedo llevarlos a mi hogar. Allí todos juntos pueden aprender a usar la energía de las estrellas también” - dijo Chispita.

Lía miró a sus amigos y, tras pensarlo un momento, respondió:

- “Tal vez aquí en Estrellita podemos encontrar nuestra manera de hacer brillar las noches, sin electricidad, pero con el poder de la amistad.”

Otros aldeanos asintieron. Se dieron cuenta de que no necesitaban ser como otros lugares, podían crear su magia. Así, con Chispita liderando la aventura, comenzaron a construir su nuevo hogar, iluminando sus noches usando sólo el reflejo de las estrellas y la creatividad de todos.

Desde entonces, la Aldea de Estrellita se llenó de luz y energía, no con electricidad, sino con la unión y el amor de sus habitantes, quienes aprendieron que la verdadera luz siempre viene de dentro, y puede verse incluso en la oscuridad, siempre que trabajemos juntos.

Y así, Lía, Martín, Chispita, y todos los aldeanos vivieron muchas aventuras, aprendiendo a brillar en la noche, creando un lugar donde cada estrella podría sentirse como en casa.

FIN.

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