La Alegría de Ayudar


Había una vez en un hermoso campo de la Patagonia, un niño llamado Mateo que vivía con su abuelo, Don Ernesto.

A Mateo le encantaba salir a cazar perdices con su abuelo, era su actividad favorita y siempre volvían a casa felices y satisfechos. Un día, mientras caminaban por el bosque en busca de perdices, Mateo vio algo brillante entre los arbustos. Se acercó con curiosidad y descubrió un nido de pajaritos abandonado.

Los pobres pajaritos parecían tener hambre y frío. Mateo sintió mucha tristeza al verlos en esa situación. "Abuelo, ¿podemos llevarnos a estos pajaritos a casa? Parecen necesitar nuestra ayuda", dijo Mateo preocupado. Don Ernesto sonrió ante la nobleza de su nieto y asintió.

Juntos recogieron los pajaritos y los llevaron a casa. Construyeron un pequeño nido con ramas y hojas dentro de una caja para que los pajaritos estuvieran cómodos y calentitos.

Con el paso de los días, Mateo se dedicó por completo al cuidado de los pajaritos. Les daba de comer gusanos que encontraba en el jardín, les cambiaba el agua todos los días y les cantaba canciones para alegrarles el corazón.

Pronto, los pajaritos empezaron a crecer fuertes y saludables gracias al amor y dedicación de Mateo.

Una mañana soleada, cuando salieron al jardín para jugar con los pajaritos, se llevaron una gran sorpresa: ¡los pajaritos habían aprendido a volar! Revoloteaban felices por el jardín mientras cantaban melodías alegres. "¡Mira abuelo! ¡Nuestros amigos ya pueden volar! Estoy tan feliz", exclamó Mateo emocionado. Don Ernesto miró orgulloso a su nieto y le dijo: "Mateito, hoy has aprendido una gran lección.

Cazar perdices te hace feliz, pero ayudar a otros seres vivos te llena el corazón de alegría". Desde ese día, Mateito siguió disfrutando de sus salidas a cazar perdices con su abuelo, pero también descubrió que ayudar a quienes lo necesitaban era algo aún más valioso.

Siempre recordaría aquellos pajaritos que rescataron juntos como un símbolo del poder del amor y la compasión en su vida.

Y así, Mateito creció siendo un niño generoso y amable que siempre buscaba formas de hacer felices a quienes lo rodeaban. Y cada vez que cazaba una perdiz junto a su abuelo, sabía que la verdadera felicidad estaba en compartir momentos especiales con aquellos que amamos.

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