La alegría de Luna y Keyla
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, una joven llamada Keyla. Ella era conocida por ser muy divertida, amable y siempre dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaran.
Además, tenía una gran pasión por los perritos y disfrutaba pasar tiempo con su familia. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Keyla escuchó unos llantos provenientes de un arbusto. Se acercó con cuidado y descubrió a un cachorrito abandonado.
Sin dudarlo, lo tomó en sus brazos y decidió llevarlo a su casa. Al llegar a su hogar, Keyla le dio un baño caliente al cachorrito y lo alimentó con cariño.
Desde ese momento, el pequeño perro se convirtió en su fiel compañero y lo llamó —"Luna" . Los días pasaban y Keyla y Luna se volvieron inseparables. Juntos recorrían las calles del pueblo alegrando a todos con su presencia.
La gente admiraba la bondad de Keyla al haber rescatado a Luna y le agradecían por traer tanta alegría al lugar. Una tarde, mientras Keyla caminaba junto a Luna por el parque, vio a un niño triste sentado en un banco. Se acercó amablemente y le preguntó qué le ocurría.
El niño le contó que había perdido a su perro hacía unos días y que estaba muy triste sin él. Keyla sintió empatía por el niño y decidió ayudarlo.
Le habló sobre Luna e inmediatamente los ojos del niño se iluminaron de alegría. Sin pensarlo dos veces, Keyla llevó al niño hasta su casa para que conociera a Luna.
"¡Hola! Soy Keyla, encontré este perrito abandonado hace unas semanas y desde entonces es mi compañero inseparable", dijo Keyla sonriendo. El niño emocionado acarició a Luna y sintió cómo la tristeza desaparecía poco a poco de su corazón. A partir de ese día, el niño visitaba constantemente a Luna para jugar juntos en el parque.
Keyla se sentía feliz al ver la sonrisa en el rostro del niño gracias a la compañía de Luna.
Comprendió que ayudar no solo significa estar ahí para otros cuando lo necesitan, sino también compartir amor y alegría con quienes nos rodean. Desde entonces, Keyla continuó siendo la persona amable y solidaria que siempre había sido, dejando huellas de bondad allá donde iba.
Y así, entre risas compartidas junto a Luna, demostraba que las acciones más simples pueden cambiar vidas y llenar corazones de felicidad.
FIN.