La alegría de Nasaki, Pochi y Alejo
Era un hermoso día soleado en el bosque. Los árboles danzaban al ritmo del viento y los pájaros cantaban alegres melodías. Nasaki, un pequeño zorro curiosos, Pochi, un divertido conejo, y Alejo, un sabio búho, decidieron salir a explorar.
"¡Vamos a ver qué aventuras nos esperan hoy!" - dijo Nasaki saltando de emoción.
"¡Sí! ¡Tal vez podamos encontrar un lugar hermoso para jugar!" - agregó Pochi, moviendo sus orejitas.
"Recuerden, amigos, que siempre debemos estar atentos y cuidar el bosque" - dijo Alejo.
Los tres amigos comenzaron a correr y jugar entre los árboles. Sin embargo, de repente, Pochi escuchó un sollozo que venía de un arbusto cercano.
"¿Escucharon eso? Alguien está triste" - dijo Pochi preocupado.
"Vamos a investigar" - sugirió Nasaki, decidido a ayudar.
Cuando se acercaron, encontraron a una pequeña ardillita llamada Susi que lloraba sobre una rama.
"¿Por qué lloras, Susi?" - preguntó Nasaki con dulzura.
"Porque perdí mi nuez favorita, la que me regalaron mis amigos" - respondió Susi entre lágrimas.
Pochi se acercó y dijo:
"¡No te preocupes! Vamos a ayudarte a encontrarla. Así no estarás triste y podrás volver a jugar."
"¡Sí! ¡Podemos buscar por todo el bosque!" - exclamó Alejo.
Los amigos decidieron dividirse y buscar la nuez por todo el bosque. Nasaki buscó entre las hojas, Pochi revisó debajo de los arbustos, y Alejo voló alto para observar desde el cielo.
Después de un rato, Nasaki se detuvo y dijo:
"¡Miren! Allí hay algo brillante entre las piedras. ¿Podría ser la nuez?"
"Vamos a ver" - dijo Pochi emocionado.
Los tres amigos corrieron hacia las piedras y, efectivamente, encontraron la nuez. ¡Qué alegría les dio!"¡Susi! ¡La encontramos!" - gritaron al unísono.
Susi se acercó corriendo y, al ver su nuez favorita, su cara se iluminó.
"¡Oh, gracias! ¡Son los mejores amigos que alguien podría tener!" - dijo ella, secándose las lágrimas.
Con la nuez en sus patas, Susi sonrió y saltó de felicidad.
"Ahora que estoy feliz, ¡vamos a jugar juntos!" - propuso Susi, contagiando la alegría a todos.
Y así, los cuatro amigos pasaron el resto del día jugando en el bosque, riendo y disfrutando de su gran aventura.
Al final del día, Alejo se posó en una rama y les dijo:
"Siempre recuerden, amigos, que ayudar a los demás puede traer mucha alegría a nuestras vidas. ¡La felicidad se multiplica cuando la compartimos!"
Los amigos sonrieron, pues habían aprendido que al ser solidarios, también se sentían alegres juntos. Fin.
FIN.