La alegría de Rebeca y Rosalinda
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas y flores coloridas, vivía Rebeca, una niña muy especial.
Rebeca tenía el pelo corto y liso, era morena y siempre llevaba sus gafas rosas que le daban un toque divertido a su rostro. Pero lo más extraordinario de Rebeca no era su apariencia, sino su amistad con un unicornio rosa llamado Rosalinda.
Rosalinda era el único unicornio en todo el mundo mágico que tenía el pelaje de un rosa brillante. Juntas formaban un equipo inseparable y se embarcaban en maravillosas aventuras. Una mañana soleada, mientras paseaban por el prado lleno de margaritas blancas y amarillas, escucharon unos ruidos extraños provenientes del bosque cercano.
Intrigadas, decidieron investigar qué estaba pasando. Al adentrarse en el bosque encantado, descubrieron que los animales estaban tristes y desanimados.
Los conejos no saltaban como antes, las ardillas no se balanceaban entre los árboles y los pájaros dejaron de cantar su dulce melodía. "¡Oh no! ¿Qué ha pasado aquí?", preguntó Rebeca preocupada. "No lo sabemos", respondió Rosalinda con tristeza. "Parece que algo ha robado la alegría de estos seres mágicos".
Decididas a solucionarlo, Rebeca y Rosalinda comenzaron a buscar pistas por todo el bosque. Siguiendo unas huellas dejadas en la tierra húmeda llegaron hasta una cueva oscura y misteriosa. "Creo que aquí encontraremos respuestas", dijo Rebeca valientemente.
Entraron en la cueva y se encontraron con un duende triste llamado Lucas. Lucas tenía una expresión de desaliento en su rostro arrugado y sus ojos parecían llenos de lágrimas. "¿Qué te pasa, Lucas?", preguntó Rebeca con ternura. El duende levantó la cabeza y miró a Rebeca y Rosalinda.
Contó cómo había perdido su varita mágica, la cual solía usar para esparcir alegría por todo el bosque. Sin ella, no podía hacer felices a los demás seres mágicos.
Sin pensarlo dos veces, Rebeca decidió ayudar a Lucas a encontrar su varita mágica perdida. Juntas buscaron por todos los rincones del bosque hasta que finalmente la encontraron atrapada entre las ramas de un árbol gigante.
Al liberarla, la varita comenzó a brillar intensamente y una explosión de alegría envolvió el bosque. Los animales volvieron a saltar, las ardillas se balanceaban nuevamente entre los árboles y los pájaros entonaron su melodía más hermosa. Lucas estaba tan emocionado que abrazó fuertemente a Rebeca mientras le daba las gracias.
"Gracias por devolverme mi varita mágica", dijo Lucas con gratitud. "Ahora podré llevar la alegría de nuevo al mundo". Rebeca sonrió felizmente mientras veía cómo el bosque cobraba vida nuevamente.
Sabía que había hecho algo maravilloso al ayudar a Lucas y devolver la alegría a todos los seres mágicos. Desde ese día, Rebeca, Rosalinda y Lucas se convirtieron en grandes amigos.
Juntos continuaron viviendo aventuras emocionantes y compartiendo la magia de la amistad con todos aquellos que encontraban en su camino. Y así, Rebeca aprendió que cuando ayudas a alguien a encontrar su felicidad, también encuentras tu propia alegría en el camino.
FIN.