La Alpaca que Hablaba con la Naturaleza
En lo más alto de la fortaleza de Machupichu, vivía una alpaca llamada Luna. Luna era pequeña, dulce y extraordinariamente especial. A diferencia de las demás alpacas, Luna tenía el don de comunicarse con la naturaleza.
Hablaba con el aire, el sol, la luna y las estrellas. Para ella, eran sus amigos más cercanos. Sin embargo, aunque Luna era amada por sus padres, abuelos y hermanos, las otras alpacas la veían como extraña y diferente.
No entendían por qué Luna hablaba con cosas tan invisibles como el aire o el sol. Siempre que Luna intentaba compartir con las demás alpacas sus conversaciones con la naturaleza, ellas reían y la señalaban con desdén.
Esto entristecía a Luna, pero no podía evitar ser quien era. Un día, agobiada por las burlas, Luna decidió alejarse y buscar un lugar donde pudiera ser plenamente aceptada. Después de días de caminata, llegó a un hermoso valle repleto de flores y árboles.
Allí conoció a otros animales que, al igual que ella, tenían dones especiales. Con el tiempo, Luna comprendió que su habilidad de comunicarse con la naturaleza era única y valiosa. Decidió regresar a Machupichu con una actitud diferente.
En vez de intentar encajar, Luna enseñó a las demás alpacas sobre la importancia de respetar y cuidar el medio ambiente. Les mostró cómo el aire, el sol, la luna y las estrellas tienen mucho por enseñarnos si aprendemos a escuchar.
Poco a poco, las alpacas comenzaron a comprender la grandeza del don de Luna, y juntas emprendieron proyectos para preservar el entorno.
La fortaleza de Machupichu se transformó en un lugar de armonía, donde cada alpaca aprendió a valorar las voces de la naturaleza, incluyendo la de Luna. Finalmente, todas apreciaron la singularidad y sabiduría de Luna, quien se convirtió en una líder respetada.
Y desde entonces, la dulce alpaca Luna siguió hablando con el aire, con el sol, la luna y las estrellas, orgullosa de ser quien era.
FIN.