La Amistad Acuática



Había una vez, en el hermoso océano azul, un tiburón llamado Matías. A diferencia de los demás tiburones, a Matías no le gustaba nada la idea de asustar a otros peces. Él prefería jugar y hacer amigos.

Un día, mientras nadaba cerca de la costa, se encontró con un elefante llamado Ernesto que estaba muy triste. Matías se acercó curioso y le preguntó:- ¡Hola! ¿Por qué estás tan triste? Ernesto suspiró y respondió:- Hola, amigo tiburón.

Estoy triste porque siempre he querido ser como los peces del mar y poder nadar en el agua. Matías tuvo una idea brillante y dijo:- ¡No te preocupes, Ernesto! Yo tengo una amiga muy sabia que puede ayudarnos.

Ella es la pulpo Sabina y sabe hacer pociones mágicas. Sin perder tiempo, Matías llevó a Ernesto hasta donde vivía Sabina. Cuando llegaron al hogar de Sabina, ella les recibió con una sonrisa.

- ¡Hola chicos! ¿En qué puedo ayudarlos hoy? Matías explicó el problema de su amigo elefante y pidió ayuda a Sabina para convertirlo en un pez. La pulpo pensó durante unos segundos antes de decir:- Tengo una poción especial que podría funcionar.

Pero debemos tener cuidado porque solo dura 24 horas. Ernesto aceptó emocionado e ingirió la poción mágica que Sabina preparó especialmente para él. En cuestión de segundos, el elefante se convirtió en un gigantesco pez de colores brillantes.

Ernesto nadaba felizmente junto a Matías, explorando el océano y jugando con los demás peces. Pero mientras disfrutaban de su nueva aventura submarina, se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo: Ernesto comenzó a enagarrarse. - ¡Oh no! -exclamó Matías preocupado-.

La poción está perdiendo efecto. ¡Debemos encontrar a Sabina rápidamente! Nadaron lo más rápido que pudieron hasta donde vivía la pulpo Sabina y le explicaron lo que estaba pasando. Ella les dijo:- No se preocupen, chicos.

Tengo una solución para esto también. Sabina preparó otra poción mágica y esta vez hizo que Ernesto volviera a su tamaño normal sin perder sus habilidades acuáticas.

Desde ese día, Matías y Ernesto se convirtieron en los mejores amigos del mar. Aprendieron que la verdadera amistad va más allá de las diferencias físicas o habilidades especiales. Juntos descubrieron el valor de ser auténticos y aceptarse tal como eran.

Y así, Matías el tiburón y Ernesto el elefante continuaron viviendo muchas aventuras juntos en el océano azul, compartiendo risas y creando recuerdos inolvidables bajo las olas.

FIN.

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