La Amistad Colorida



En un pequeño barrio de Buenos Aires vivía una niña llamada Julia. Era una niña curiosa, siempre explorando su entorno. Un día, mientras caminaba por el parque, Julia escuchó un pequeño gorjeo que la llevó a un árbol lleno de hojas verdes y flores brillantes.

Al mirar más de cerca, vio a una lorita de plumas vibrantes, con un pícaro toque de azul en su cabeza. Julia se acercó lentamente para no asustarla.

"Hola, pequeña. ¿Cómo te llamas?" - preguntó Julia, emocionada.

La lorita la miró con sus ojos curiosos y, tras un instante de silencio, pareció responder.

"¡Pi, pi!" - cantó la lorita brincando de rama en rama.

"¡Voy a llamarte Poli!" - exclamó Julia, saltando de alegría.

Desde aquel día, Julia y Poli se volvieron inseparables. Pasaban las tardes jugando en el parque, haciendo carreras y contando historias. Julia le narraba cuentos inventados, mientras Poli la escuchaba atentamente, a veces incluso intentando imitar las voces de los personajes.

Un día, mientras exploraban un rincón del parque que no habían descubierto antes, se encontraron con un grupo de niños que jugaban a la pelota. Poli, intrigada, se acercó y empezó a volar dando vueltas alrededor de la pelota. Los niños miraron sorprendidos.

"¡Mirá! ¡Esa lorita sabía jugar!" - dijo uno de ellos.

Pero en un descuido, la pelota fue a dar justo debajo de un arbusto espinoso. Los niños comenzaron a murmurar, sin saber qué hacer.

Julia, viendo el problema, se acercó.

"No se preocupen, yo puedo ayudarles" - dijo con seguridad.

Pero antes de que pudiera hacerlo, Poli voló hacia el arbusto.

"¡Espera, Poli!" - gritó Julia, pero Poli ya había bajado.

Con su astucia, Poli comenzó a mover sus pequeñas alas y a picotear las ramas. Los niños miraban emocionados. Uno de ellos se animó a ayudar.

"¡Yo también puedo!" - dijo un niño llamado Lucas.

Juntos, mientras Poli se esforzaba por despejar el camino, Julia y Lucas empezaron a sacar las ramas hasta que finalmente la pelota apareció.

"¡Lo logramos!" - gritaron todos felices. Poli dio un giro en el aire, celebrando junto a ellos.

Desde ese día, Julia y Poli se hicieron amigas de los nuevos niños. Empezaron a jugar juntos todos los días. Sin embargo, un día, mientras jugaban, Poli se volvió un poco más cautelosa. Empezó a alejarse de los juegos y se posó sobre un árbol, observando desde lo alto. Julia se preocupó.

"¿Poli, estás bien?" - preguntó Julia.

Pero Poli dejó escapar un pequeño suspiro, como si estuviera pensando en algo. Esa noche, Julia se quedó pensativa en su cama. ¿Por qué Poli estaba distante? Al día siguiente, decidió buscar respuestas.

Cuando llegó al parque, miró a su alrededor y vio a Poli en lo alto de un árbol, más apagada que de costumbre. Julia subió a una rama que estaba justo debajo de ella.

"Poli, ven aquí. ¿Qué te pasa?" - preguntó Julia, con una sonrisa.

Poli, aunque un poco dudosa, decidió volar hacia ella.

"Sólo estaba pensando en que, quizás, algún día necesites volar lejos y no quieras volver. No sé si debo quedarme contigo siempre." - dijo Poli, preocupada.

Julia, sorprendida por lo que escuchó, comprendió que había llegado el momento de hablar sobre los sueños.

"Poli, siempre serás mi amiga, sin importar la distancia. Quiero que vueles alto y descubras el mundo. ¡Seré la primera en apoyarte!"

Poli abrió sus ojos, sorprendida pero aliviada. Julia tomó la mano de su amiga con firmeza.

"No estoy asustada de que te vayas. Estoy emocionada por ti. ¡Piensa en todas las aventuras que podrías tener!" - dijo Julia, sonriendo.

Las palabras alentadoras de Julia hicieron que Poli sintiera que todo era posible.

Así, juntas decidieron que Poli podía volar, explorar y contarle a Julia todas sus aventuras. Julia, por su parte, prometió seguir explorando el mundo y compartir todas las maravillas que encontrara.

Juntas aprendieron que la verdadera amistad no tiene fronteras. Tenían la libertad de ser quienes querían ser, y eso las hacía más fuertes.

Desde ese día, Poli voló libremente durante el día y, al caer la noche, regresaba a Julia para contarle sus historias llenas de aventuras. Cada historia las unió más, y tanto Julia como Poli se dieron cuenta de que la amistad era un lazo que nunca se rompía, no importa cuán lejos volaran.

Y así, cada día se preparaban para nuevas aventuras, demostrando que los sueños son más valiosos cuando se comparten con quienes amamos. Al final, Julia y Poli siempre recordaron que en su amistad, cada uno tenía su propio vuelo, pero siempre volarían de vuelta al lugar donde el corazón estaba.

FIN.

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