La amistad cósmica de Rufus, Mateo y Zog
Había una vez en un pequeño pueblo, un perro callejero llamado Rufus que siempre andaba solo por las calles en busca de comida y cariño. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con un niño llamado Mateo.
Mateo era un niño curioso y amable que inmediatamente se acercó a Rufus para acariciarlo y jugar con él. - ¡Hola amiguito! ¿Estás solito? -dijo Mateo mientras acariciaba la cabeza de Rufus.
Rufus movió su cola emocionado al encontrar a alguien que le brindara amor y compañía. Desde ese día, Mateo y Rufus se volvieron inseparables. Juntos jugaban en el parque, corrían por los campos y compartían sus meriendas bajo la sombra de un árbol.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano al pueblo, Mateo y Rufus descubrieron algo increíble: ¡un platillo volador había aterrizado en medio del bosque! De repente, una compuerta se abrió lentamente y de ella salió un marciano pequeñito con antenas en la cabeza.
- ¡Hola amigos! Mi nombre es Zog, vengo desde Marte en paz -dijo el marciano con voz amigable. Mateo y Rufus se quedaron sorprendidos ante la presencia del marciano pero rápidamente sintieron curiosidad por conocerlo mejor.
Zog les contó que estaba explorando diferentes planetas para aprender sobre nuevas culturas y hacer amigos por toda la galaxia. Los tres amigos pasaron horas charlando y compartiendo experiencias.
Zog les enseñó palabras en su idioma marciano y les mostró dispositivos tecnológicos increíbles que dejaron boquiabiertos a Mateo y Rufus. A cambio, Mateo le enseñó a Zog cómo jugar al fútbol e hizo una fogata para que disfrutaran juntos de marshmallows asados.
Sin embargo, la diversión se vio interrumpida cuando escucharon sirenas acercándose al bosque. Resulta que algunos vecinos habían visto el platillo volador aterrizar y habían alertado a las autoridades locales pensando que era una amenaza alienígena. - ¡Debemos irnos antes de meternos en problemas! -exclamó Zog preocupado.
Los tres amigos corrieron hacia el platillo volador justo a tiempo para despegar antes de que llegara la policía.
Mientras sobrevolaban el pueblo, pudieron ver las luces brillantes iluminando las calles mientras la gente miraba hacia arriba maravillada por lo que veían. Finalmente, Zog decidió regresar a Marte pero prometió volver pronto para seguir compartiendo aventuras con sus nuevos amigos humanos.
Mateo y Rufus lo despidieron con nostalgia pero felices de haber vivido una experiencia tan emocionante junto al simpático marciano. Desde ese día, Mateo entendió la importancia de ser amable con todos los seres vivos sin importar su origen o apariencia.
Y Rufus aprendió que siempre hay espacio en su corazón para hacer nuevos amigos incluso si vienen de otro planeta.
FIN.