La amistad de 4 Bocas
Había una vez en el barrio de 4 Bocas, un lugar lleno de casas coloridas y calles empedradas, donde vivía una niña llamada Paola. Ella era alegre, curiosa y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.
Paola iba todos los días al parque cercano a su casa para jugar con sus amigos y disfrutar del aire fresco. Un día, mientras jugaba en el parque, Paola vio pasar a dos trabajadores muy amables: Jesús y Samuel.
Ellos estaban arreglando una cerca que se había caído por el viento. Paola se acercó para ver qué estaban haciendo y les ofreció su ayuda. "Hola, ¿puedo ayudarlos?", preguntó Paola con entusiasmo.
Jesús y Samuel se sorprendieron al ver a la pequeña tan dispuesta a colaborar. Agradecidos, le dieron algunas tareas sencillas para que los asistiera. Paola trabajó duro junto a ellos, levantando tablas y pasándoles las herramientas que necesitaban.
Después de un rato de trabajar juntos, Jesús y Samuel notaron lo dedicada que era Paola y cómo siempre tenía una sonrisa en el rostro.
Se dieron cuenta de lo especial que era la niña y decidieron invitarla a merendar como forma de agradecimiento por su ayuda. "¡Paola! ¿Te gustaría venir a merendar con nosotros?", propuso Samuel con simpatía. La carita de emoción de Paola no pudo ocultar lo feliz que estaba con la invitación.
Juntos fueron hacia la casa de Jesús y Samuel, donde compartieron una tarde llena de risas, cuentos e intercambio de experiencias. Con el paso del tiempo, Paola siguió visitando a sus nuevos amigos cada vez que podía.
Aprendió mucho sobre el trabajo duro, la solidaridad y la importancia de ayudarse mutuamente en la comunidad. Además, descubrió cuánto disfrutaba estar en compañía de Jesús y Samuel. Un día, mientras merendaban juntos como solían hacerlo, Paola tomó coraje y decidió contarles algo importante:"Chicos...
quiero decirles que me gusta mucho pasar tiempo con ustedes. Me hacen sentir querida y me enseñan muchas cosas bonitas", expresó Paola tímidamente. Jesús y Samuel escucharon atentamente las palabras de la niña con cariño en sus ojos.
Comprendieron lo valiosa que era esa conexión especial entre ellos tres. "Paola querida, también disfrutamos mucho tenerte aquí con nosotros", dijo Jesús con ternura. "Eres parte importante de nuestras vidas ahora", agregó Samuel sonriente.
Desde ese día, los tres amigos siguieron compartiendo momentos inolvidables juntos: arreglando cercas rotas, explorando nuevos lugares del barrio o simplemente disfrutando de una tarde tranquila en el parque.
Y así fue como la historia entre Jesús, Samuel y Paola demostró que la amistad no tiene límites ni edades; solo necesita sinceridad, respeto mutuo e infinitos momentos para seguir creciendo cada día más fuerte.
FIN.