La Amistad de Amorcita y Bebito



Había una vez dos amigas que vivían muy lejos la una de la otra. Bebito vivía en Monterrey, una ciudad llena de montañas y luces brillantes. Por otro lado, Amorcita soñaba con conocer el mundo desde su hogar en el Estado de México, donde su corazón anhelaba amor y amistad.

Un día, mientras navegaba por una red social, Amorcita se encontró con el perfil de Bebito. Era una chica alegre, llena de color y energía. Amorcita le mandó un mensaje y, de inmediato, empezaron a hablar como si fueran amigas de toda la vida.

"Hola, Bebito, soy Amorcita. Me encanta tu perfil, pareces muy divertida". - escribió Amorcita.

"¡Hola, Amorcita! Gracias, ¡a mí también me encantaría conocerte más!" - respondió Bebito entusiasmada.

Con el paso del tiempo, compartieron risas, secretos y problemas. Amorcita admiraba el talento de Bebito para hacer reír a todos, mientras que Bebito respetaba la profunda sensibilidad de Amorcita, que siempre estaba dispuesta a escuchar.

Un día, Bebito decidió que quería conocer a Amorcita en persona. Pero había un problemita: no tenían forma de encontrarse por el momento. Sin embargo, Bebito se le ocurrió una idea.

"¿Qué tal si hacemos un concurso de cartas?" - propuso Bebito. "Cada semana, escribiremos una carta y las intercambiaremos por correo. Así podremos conocernos mejor".

Amorcita saltó de felicidad.

"¡Me parece genial! Pero... ¿y si no llegan las cartas?" - preguntó un poco dudosa.

"No te preocupes, podemos enviar fotos y hacer un álbum virtual también. ¡Vamos a crear nuestro propio tesoro de amistad!" - dijo Bebito entusiasmada.

Las semanas pasaron y las cartas llegaban llenas de arte, color y palabras que llenaban sus corazones de alegría. Cada carta contenía un dibujo, una historia o un recuerdo especial. Con el tiempo, las cartas se convirtieron en tesoros, y las dos amigas comunicaban de una manera que jamás habían imaginado.

Un día, Amorcita se sintió triste. Había tenido un mal día y se preguntaba si alguien realmente se preocupaba por ella.

"Hola, Bebito. Hoy me siento un poco sola" - escribió en su carta, dejando que sus sentimientos fluyeran.

Bebito recibió la carta y sintió que era su deber animar a su amiga.

"Amorcita, eres una chica increíble. Siempre estás ahí para los demás, ¿por qué no te tratas con el mismo amor?" - le escribió. "Te prometo que estoy aquí para ti, siempre".

Las palabras de Bebito iluminaron el día de Amorcita, y se dio cuenta de que la verdadera amistad no reconoce distancias. Por eso decidieron hacer algo especial juntas: cada viernes, harían una videollamada para compartir sus vidas en tiempo real.

El primer viernes, Amorcita estaba ansiosa. Se preparó, se puso su mejor vestido y se sentó frente a su computadora. Cuando Bebito apareció en la pantalla, todo su nerviosismo se desvaneció.

"¡Eres aún más bonita en persona!" - exclamó Amorcita, y ambas rieron.

Ahora, las amigas no solo compartían cartas, sino también risas en vivo, sueños y planes de futuro. Amorcita descubrió que podía ser fuerte y feliz, no solo por las palabras de su amiga, sino porque dentro de ella había un gran potencial que nunca había explorado.

Sin embargo, un día Bebito enfrentó un problema. Su familia tendría que mudarse a otro estado, y eso haría que la distancia entre ellas fuera aún más grande.

"Amorcita, tengo que contarte algo" - dijo Bebito con la voz temblorosa, mientras se conectaba en la videollamada.

"¿Qué pasó?" - Amorcita sintió un nudo en el estómago.

"Mi familia tiene que mudarse a Guadalajara. Estoy muy triste porque no sé cómo voy a seguir con nuestra amistad".

Amorcita respiró hondo y, en lugar de dejarse llevar por la tristeza, dijo:

"¡Eso no puede pasar! La distancia nunca podrá romper lo que hemos creado. No importa dónde estés, somos amigas, y siempre encontraré la forma de conectarme contigo".

Bebito sonrió, sintiéndose aliviada por las palabras de Amorcita. Juntas idearon un plan para seguir comunicándose, creando más cartas, más videollamadas, y hasta un diario compartido en línea.

Con el paso de los meses, las cartas seguían llegando, y aunque el tiempo y la distancia intentaban separarlas, su amistad se volvía más fuerte cada día. Amorcita aprendió a amarse a sí misma, y Bebito descubrió lo poderosa que es la empatía.

Finalmente, un día, ambas decidieron que era hora de verse en persona. A través de una idea ingeniosa, lograron reunirse en un parque en su próxima videollamada. Con el corazón latiendo con fuerza, cada una llevó un paquete de snacks y jitomates para compartir durante su conversación, haciendo que su primer encuentro virtual se sintiera tan real como un abrazo.

"¡Mirá, ahora podemos compartir todo!" - dijo Bebito, sonriendo.

"Así es, Bebito. La distancia solo fortaleció nuestro lazo. Todas las aventuras que hemos vivido juntas nos han unido aún más" - afirmó Amorcita, sintiéndose feliz.

Y así, las dos amigas se convirtieron en un ejemplo de que el amor y la amistad no tienen límites. Aprendieron que, a pesar de las distancias y los desafíos, siempre hay una forma de estar cerca del corazón de aquellos a quienes amamos.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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