La Amistad de Lía y Bruno



En un soleado día de primavera en el campo argentino, un burro llamado Bruno caminhaba por el sendero buscando algo para comer. Era un burro fuerte y un poco torpe, con orejas largas y una gran sonrisa en su rostro. Mientras brindaba saltitos, notó algo moviéndose entre las piedras de un arroyo.

Al acercarse, se encontró con una lagartija verde llamada Lía, que estaba intentando asolearse sobre una roca.

"¡Hola!" - dijo Bruno, emocionado.

"¡Hola, gigante de orejas largas!" - respondió Lía, un poco asustada. "¿Qué estás haciendo aquí?"

"Buscando algo para comer, pero me distraigo fácil cuando veo cosas nuevas. ¿Qué hay de vos?" - contestó Bruno, con curiosidad.

"Yo me asoleo y busco insectos, pero a veces me siento un poco sola aquí" - dijo Lía, suspirando.

Bruno, al ver la tristeza en los ojos de Lía, tuvo una idea brillante.

"¡Podríamos ser amigos! Así no estarías sola y podríamos jugar juntos!" - sugirió el burro.

Lía sintió que su corazón se llenaba de alegría. "¡Eso suena genial! Pero, ¿cómo jugaría un burro con una lagartija?" - preguntó.

"¡No te preocupes! Te enseñaré a saltar y tú me enseñarás a escabullirme entre las piedras," - dijo Bruno, emocionado. Así fue como, desde ese día, Lía y Bruno comenzaron a jugar juntos.

Sin embargo, la amistad entre un burro y una lagartija no siempre era fácil. Un día, mientras jugaban, Lía sugirió un nuevo juego.

"¡Vamos a jugar a las escondidas!" - propuso con entusiasmo.

"¡Perfecto! Pero… ¿dónde podrías esconderte en todo este campo tan grande?" - preguntó Bruno, levantando una ceja.

"Te sorprenderías de las pequeñas grietas y rinconcitos que hay por aquí, ¡soy una experta en esconderme!" - contestó Lía, confiada.

Así, Bruno comenzó a contar hasta veinte, mientras Lía corría para encontrar un lugar donde esconderse. Pero a medida que pasaron los segundos, el burro se impacientó porque no la encontraba.

"¿Lía? ¡No me hagas trampa!" - gritó Bruno, un poco preocupado. "¿Estás bien?"

Después de un largo silencio, Lía apareció de un rinconcito detrás de una roca.

"¡Sorpresa! Te encontré. Me escondí tan bien que no te diste cuenta," - se rió Lía.

Bruno se sintió aliviado. "Menos mal. Pensé que te había pasado algo. Tienes que acordarte que soy más grande que vos. No puedo ver todo lo que hay en tu mundo."

Lía reflexionó sobre lo que dijo su amigo. "Sí, eso es cierto. Tal vez no debería esconderme tan lejos. Pero, a veces, quiero sentirme especial."

Bruno, entonces, le dio una idea. "Sabés, Lía, ser especial no significa tener que esconderse. ¡Tú eres especial tal como eres! Podés enseñarme a ver el mundo desde tu perspectiva. ¿Por qué no me llevas a ver desde tus escondites?"

Así que, Lía llevó a Bruno a todos sus rinconcitos: desde debajo de las hojas hasta las sombras de las piedras. El burro se sorprendió al descubrir un mundo nuevo.

"¡Mirá, puedo ver la mariposa volando! ¡Y esos insectos! No puedo creer que haya tanto por descubrir aquí," - exclamó emocionado.

Lía estaba feliz al ver la alegría de su amigo. "Gracias por darme la oportunidad de mostrarte mi mundo, Bruno. Somos diferentes, pero eso es lo que hace nuestra amistad especial."

Desde entonces, Bruno y Lía aprendieron a respetar sus diferencias y descubrieron que la amistad es un lugar donde todos pueden ser quienes son, con sus propias habilidades. Jugaron juntos todos los días, compartiendo risas, aventuras y enseñanzas.

Aquel día, en el campo, un burro y una lagartija demostraron que la verdadera amistad no entiende de tamaños ni de formas. Solo importa el cariño, la comprensión y el deseo de estar juntos. Así, entre risas y juegos, Lía y Bruno se volvieron los mejores amigos del mundo, recordando siempre que en la diversidad está la magia de la vida.

FIN.

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