La amistad de los topos y los ratones



Había una vez una familia de topos muy trabajadora que vivía en un agujero en el bosque. Ellos se encargaban de cavar túneles y recolectar raíces para alimentarse.

Un día, mientras estaban buscando comida, encontraron unos piñones que habían caído de un árbol cercano. - ¡Miren lo que encontré! - exclamó la mamá topo emocionada. - ¿Qué es eso? - preguntó uno de los hijos.

- Son piñones, una deliciosa fruta seca que podemos guardar para cuando no hay nada más para comer - respondió la mamá topo. La familia decidió recolectar todos los piñones que pudieran encontrar y llevarlos a su hogar.

Una vez allí, los guardaron en un rincón donde no les diera la luz del sol y así poder conservarlos por más tiempo. Sin embargo, al día siguiente descubrieron con sorpresa que algunos de los piñones habían desaparecido.

Pensaron que tal vez algún animal había entrado a su hogar y se había llevado la comida. Decidieron entonces poner trampas para atraparlo. Unos días después, descubrieron al culpable: eran unos ratoncitos muy simpáticos pero glotones, quienes habían encontrado su forma de entrar al agujero y robarse los piñones durante las noches.

La familia topo estaba muy molesta por haber perdido su comida tan valiosa. Pero luego recordaron algo importante: ellos no necesitaban tantos piñones como creían tener. Había suficientes raíces en el bosque para sobrevivir sin ellos.

Entonces decidieron hacer algo diferente. Invitaron a los ratoncitos a compartir su comida con ellos y así todos podrían tener suficiente para comer. - Hola amigos, no podemos evitar notar que les gustan nuestros piñones - dijo la mamá topo amablemente.

- Sí, son tan ricos que no pudimos resistirnos - respondió uno de los ratones avergonzado. - No hay problema, tenemos suficiente para compartir. ¿Por qué no se quedan a cenar con nosotros? - invitó la mamá topo.

Los ratoncitos aceptaron encantados y compartieron una cena deliciosa con la familia topo. Desde entonces, se hicieron buenos amigos y cada vez que encontraban algunos piñones en el bosque, los compartían juntos.

La moraleja de esta historia es que siempre es mejor compartir lo que tenemos en lugar de guardar todo para nosotros mismos. La amistad puede surgir de las situaciones más inesperadas y si aprendemos a cooperar y ayudarnos mutuamente, todos podemos salir ganando.

FIN.

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