La Amistad de Lucas y Sam
Érase una vez, en un pequeño pueblo rodeado de árboles altos y ríos cristalinos, dos amigos inseparables llamados Lucas y Sam. Desde que eran muy pequeños, compartían aventuras increíbles. Cuando no estaban explorando el bosque, jugaban a construir fuertes en el patio de Lucas, siempre llenos de risas y sueños.
Un día soleado, Lucas y Sam decidieron que querían crear algo especial juntos.
"¡Hagamos una cabaña en el árbol!", sugirió Lucas emocionado.
"¡Sí! Será nuestra fortaleza secreta", respondió Sam.
Así que se pusieron manos a la obra. Juntaron madera, cuerdas y muchas hojas secas. Trabajaron durante días, riendo y disfrutando de cada momento. La cabaña se convirtió en un lugar mágico donde compartían secretos y hacían planes para el futuro.
Pasaron los años, y su amistad continuó floreciendo. En la escuela, siempre se ayudaban con las tareas.
"¿Podrías ayudarme con matemáticas, Lucas?"
"Claro, Sam. ¡Así lo hacemos juntos!"
Así fueron creciendo, ya no solo amigos, sino mejores compañeros. Pero un día, cuando estaban en la secundaria, algo inesperado sucedió. Sam recibió una oferta para mudarse a una ciudad diferente con su familia.
"Lucas, no sé qué hacer. ¡No quiero dejar nuestra cabaña!", dijo Sam con tristeza.
"Yo tampoco quiero que te vayas, pero entiendo que tu familia tiene que mudarse. Podemos mantenerse en contacto, ¡y hay vacaciones!".
A pesar de la tristeza de la separación, prometieron nunca perder el contacto. Escribían cartas, se enviaban dibujos y se llamaban por teléfono cuando podían. Sam contaba sobre su nueva vida, y Lucas compartía sus aventuras en el pueblo.
Con los años, ambos se fueron convirtiendo en hombres. Sam llegó a ser un reconocido artista, mientras que Lucas se dedicó a cuidar la naturaleza y ser guardaparque. Pero cada verano, sin falta, se reunían en su vieja cabaña.
Un verano, durante una de sus visitas, Lucas notó que algo le faltaba a su amigo.
"¿Qué te pasa, Sam? Te veo pensativo", le preguntó.
"Siento que mis pinturas no son lo que solían ser. Extraño todo lo que vivimos juntos. La cabaña me da nostalgia".
Lucas pensó un momento y tuvo una idea brillante.
"¡Vamos a organizar una exposición de tus obras en el pueblo! La gente debe ver cuánto talento tenés. Te ayudará a encontrar esa chispa de nuevo".
"¿De verdad? ¡Eso sería maravilloso!".
Así que trabajar juntos de nuevo les dio a ambos una nueva energía. Organizaron la exposición y el pueblo entero vino a admirar las magníficas pinturas de Sam, quienes estaban llenas de colores vibrantes y recuerdos de su infancia.
Como resultado, la exposición fue un gran éxito.
"Gracias, Lucas. No sabía que aún podía sentirme así", dijo Sam con lágrimas de felicidad.
"Siempre estuviste dentro de mí, cada momento que compartimos sigue vivo, amigo".
De ahí en más, decidieron hacer de su reunión de verano una tradición. Nunca perdieron contacto, y su amistad se convirtió en un legado que se transmitió a sus hijos y, más tarde, a sus nietos.
Un día, mientras contemplaban el atardecer desde su cabaña, Lucas le dijo a Sam:
"Mirá cómo brilla el sol. No importa la distancia, siempre estamos juntos en espíritu".
"Y en este lugar, donde tantas memorias compartimos".
Así se dieron cuenta que la verdadera amistad nunca se apaga, y que los momentos compartidos se convierten en tesoros que perduran en el tiempo.
Y así, Lucas y Sam siguieron siendo amigos hasta la vejez, demostrando que la amistad dura más que cualquier distancia y que siempre están en el corazón de quienes han vivido momentos especiales juntos.
FIN.