La Amistad de Luis y Ana



Luis era un niño que siempre jugaba solo. En el recreo, mientras los demás niños se divertían en grupo, él se sentaba abajo de un árbol con su libro de aventuras. No era que no quisiera jugar, sino que simplemente no sabía cómo acercarse a los otros. En su mente, siempre pensaba: '¿Y si no me aceptan?'. Estaba atrapado en su mundo de pensamientos y temores.

Un día, mientras estaba aislado bajo su árbol, vio a una niña rubia que se acercaba. Era Ana, una nueva compañera de clase. Sus ojos brillaban de curiosidad, y sus trenzas se movían al ritmo de sus pasos.

- “Hola, soy Ana. ¿Por qué siempre estás solo? ”

Luis se sorprendió por su pregunta, pero se sintió intrigado.

- “Porque... no sé cómo jugar con los demás”, respondió tímidamente.

Ana sonrió y dijo:

- “Eso no es un problema. ¡Yo puedo enseñarte! ¿Te gustaría que jugáramos juntos? ”

Luis no podía creerlo. Sentía un pequeño brillo de esperanza en su corazón.

- “¿De verdad? ”

- “Sí, ¿qué te parece jugar al escondite? ”

Luis, aunque nervioso, asintió. Así fue como empezó una hermosa amistad.

Con cada juego, Luis comenzaba a abrirse. Ana le mostraba cómo ser parte del grupo, y pronto, él se dio cuenta de que jugar no era tan difícil como pensaba.

Pero un día, mientras jugaban, sucedió algo inesperado. El grupo de amigos de Ana, incluidos los niños que Luis había admirado desde lejos, decidió hacer un juego de carrera.

- “¡Vamos, Ana! ¡Sólo los más rápidos podrán participar! ”, gritó uno de los chicos.

Ana miró a Luis y le dijo:

- “¿Te animás a correr con nosotros? ¡Sería divertido! ”

Luis se sintió pequeño nuevamente, como si el miedo volviera a invadirlo.

- “No sé, quizás no sea lo suficientemente rápido”, respondió.

Ana, entendiendo su nerviosismo, le dijo:

- “No importa si ganas o pierdes, lo importante es que lo intentemos juntos. ¡Vamos! ”

Luis respiró profundo y decidió ser valiente.

Así, ambos se alinearon junto a los otros niños. Cuando escucharon '¡Listos, listos, ya!', Luis corrió como nunca antes lo había hecho. Aunque no ganó la carrera, sintió la emoción de participar y reír con sus nuevos amigos.

Desde ese día, Luis se dio cuenta que la verdadera amistad estaba en compartir miedos y alegrías.

Ana seguía a su lado, y juntos descubrieron no solo juegos, sino también la magia de ser parte de un grupo y el valor de apoyarse mutuamente.

Con el tiempo, Luis se volvió más aventurero. Comenzó a invitar a sus amigos a su casa, a contar historias y a jugar a todos los juegos que había aprendido con Ana.

Luis se sentía feliz y lleno de amigos. Todo gracias a esa niña que un día decidió acercarse a él.

Un día, mientras jugaban, Ana le preguntó:

- “¿Luis, qué creés que es la amistad? ”

Luis pensó un momento y respondió:

- “Es tener a alguien con quien compartir risas, miedos y aventuras. Es sentirse feliz de que hay alguien que siempre está de nuestro lado.”

Ana sonrió, satisfecha con la respuesta.

Luis aprendió que con cada nuevo amigo que hacía, su mundo se hacía más grande y colorido.

Al final del año escolar, hubo una gran fiesta en el parque. Cuando el sol empezó a ponerse, Ana le susurró a Luis:

- “Ves, no estás solo. Todos somos tus amigos”.

Y así, Luis comprendió que la soledad no lo definía, sino que era la amistad de Ana y de todos los que lo rodeaban lo que realmente importaba. Juntos, compartieron risas y crearon recuerdos que jamás olvidarían.

A partir de ese día, Luis nunca volvió a jugar solo, porque había descubierto que siempre había espacio para más amigos en su corazón.

FIN.

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