La amistad de Luna y el ratoncito



Luna era una gatita traviesa y curiosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes y árboles frondosos. Desde muy temprana edad, Luna descubrió su pasión por los juegos y las aventuras.

Pasaba horas correteando entre las flores, persiguiendo mariposas y trepando árboles. Un día soleado, mientras jugaba en el jardín de la casa de sus dueños, Luna vio a un pajarito posado en una rama cercana.

Sus ojitos brillaron de emoción y sin dudarlo un segundo, se lanzó a perseguir al pequeño pájaro que revoloteaba rápidamente tratando de escapar. -¡Espera, pajarito! ¡No tengas miedo, solo quiero jugar contigo! -maullaba Luna mientras corría tras él.

El pajarito logró escabullirse entre las ramas del árbol y Luna quedó mirándolo con tristeza desde abajo.

Entonces, escuchó una voz amable que le dijo:-¿Por qué no pruebas a jugar conmigo? Luna levantó la cabeza y vio a un simpático conejito blanco que la observaba con una sonrisa tierna. -¡Hola! Soy Luna, ¿tú quién eres? -preguntó la gatita emocionada. -Yo soy Copito, el conejito más saltarín del bosque. ¡Vamos a divertirnos juntos! -respondió el conejito invitándola a seguirlo.

Intrigada por conocer nuevas aventuras, Luna decidió seguir al conejito Copito adentrándose en el espeso bosque que rodeaba el pueblo. Juntos saltaban sobre troncos caídos, se escondían detrás de arbustos y compartían risas jugando al escondite. De repente, escucharon unos maullidos desesperados provenientes de un seto cercano.

Corrieron hacia allí y encontraron a Tomás, un ratoncito asustado atrapado entre las ramas espinosas. -¡Ayuda por favor! No puedo salir de aquí -suplicaba Tomás con lágrimas en sus ojos.

Sin dudarlo ni un instante, Luna se acercó con cuidado al seto y usando sus patitas hábiles logró abrirle paso al ratoncito para liberarlo. Tomás salió corriendo asustado pero sano y salvo gracias a la valentía y destreza de Luna.

-¡Gracias por salvarme! Eres una gata muy valiente -dijo Tomás mirando a Luna con admiración.

Después de esa experiencia emocionante, los tres amiguitos continuaron explorando el bosque juntos aprendiendo sobre la importancia de ayudarse mutuamente y trabajar en equipo para superar los obstáculos que se les presentaban en el camino. Al atardecer regresaron al pueblo cansados pero felices por todas las aventuras vividas ese día.

Desde entonces, Luna dejó de perseguir pajaritos para dedicarse a jugar junto a sus nuevos amigos Copito el conejo saltarín y Tomás el ratoncito astuto; formando así un equipo inseparable lleno de diversión e ingenio bajo la luz plateada de la luna llena que iluminaba sus travesuras nocturnas.

FIN.

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