La amistad de Mimoso


Había una vez en un pequeño pueblo un gato llamado Mimoso. Este gato era muy peculiar, ya que pasaba la mayor parte del día durmiendo en cualquier rincón que encontrara.

A pesar de ser tan dormilón, Mimoso tenía una curiosidad insaciable por conocer el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras dormía plácidamente bajo un árbol, fue despertado por un suave murmullo. Al abrir los ojos, vio a un grupo de mariposas revoloteando a su alrededor.

Intrigado, decidió seguirlas y descubrió un hermoso jardín lleno de flores de colores y pájaros cantando. Mimoso se adentró en el jardín con cautela, maravillándose ante tanta belleza.

De repente, escuchó una risa melodiosa y al girar la cabeza vio a una niña pequeña jugando con una pelota. Sin pensarlo dos veces, se acercó maullando para llamar su atención. La niña se sorprendió al ver al gato y le acarició suavemente el lomo.

"¡Hola, gatito! ¿Cómo te llamas?"- preguntó con una sonrisa. Mimoso respondió con un ronroneo feliz y la siguió mientras ella continuaba jugando. Desde ese día, Mimoso se convirtió en el fiel compañero de la niña.

Juntos exploraban el jardín, cazaban mariposas imaginarias y tomaban largas siestas bajo el sol. La curiosidad de Mimoso lo llevaba a descubrir cada rincón del lugar y la alegría de la niña iluminaba sus días.

Sin embargo, una mañana gris y fría, la niña no apareció por el jardín como solía hacerlo. Mimoso esperó pacientemente todo el día, pero ella nunca llegó. Preocupado, decidió salir en busca de su amiga.

Recorrió calles y callejones hasta llegar a un parque donde vio a lo lejos a la niña sentada en un banco con lágrimas en los ojos. Se acercó corriendo y frotó su cabeza contra las manos de la niña para reconfortarla.

"¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste?"- preguntó Mimoso con preocupación en sus ojos felinos. La niña secó sus lágrimas y miró al gato con cariño. "Hoy me mudé lejos del jardín y pensé que no volvería a verte nunca más"- confesó con voz temblorosa.

Mimoso entendió entonces lo importante que era para él aquella amistad inesperada e invaluable que había encontrado junto a la niña. "No importa dónde estés, siempre seremos amigos"- maulló decidido. La niña sonrió entre lágrimas y abrazó fuertemente a Mimoso.

"¡Gracias por estar siempre aquí para mí!"- exclamó emocionada. Desde ese día, Mimoso acompañaba a la niña en sus aventuras sin importar la distancia que tuvieran que recorrer para verse.

Aprendieron juntos que la verdadera amistad va más allá de las barreras físicas y que el amor sincero puede superar cualquier obstáculo.

Y así, entre siestas bajo el sol y juegos interminables, Mimoso descubrió que aunque fuera un gato dormilón sin dueño muy curioso, tenía todo lo necesario para hacer feliz a alguien especial en su vida: su amiga inseparable.

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