La Amistad de Pepe y Rupe



Pepe y Rupe eran mejores amigas desde que tenían memoria. Vivían en un pequeño barrio de Buenos Aires, donde pasaban horas jugando en la plaza, riendo y compartiendo secretos. Pepe era extrovertida y siempre tenía una idea divertida, mientras que Rupe era más tranquila, pero tenía una gran imaginación. Juntas formaban el equipo perfecto.

Un día, mientras jugaban en el parque, apareció una nueva chica en el barrio: Elena. Era muy diferente a ellas. Tenía un aire de misterio y siempre parecía tener un plan en mente. "¿Hacemos algo divertido?"- sugirió Elena, con una sonrisa intrigante.

Pepe y Rupe se miraron, emocionadas. "¡Sí!"- gritaron a coro, sin saber que esta nueva amiga traería complicaciones.

Los días pasaron, y Elena comenzó a unirse a sus juegos. Al principio, todo parecía genial. Elena tenía muchas ideas, y sus juegos eran diferentes, ¿pero qué había pasado con sus horas de risas y secretos a solas? Pepe comenzó a notar que Rupe se sentía un poco desplazada. "Siento que estamos un poco distanciadas, ¿no?"- comentó Pepe en voz baja.

Rupe, algo preocupada, respondió: "Sí, pero no quiero que Elena se sienta mal. Ella es divertida y tiene muchas cosas para compartir". Pepe asintió, pero una pequeña duda comenzó a germinar en su corazón.

Un día, en la escuela, Elena le susurró a Pepe: "Sabías que Rupe se ríe de nuestras ideas, ¿verdad?"- Pepe se sorprendió. "¿De verdad?"- preguntó, pensando que esa no era la Rupe que conocía. Sin embargo, poco a poco, empezaron a escucharse más comentarios de Elena que sembraban la duda en su amistad.

Sus corazones se fueron llenando de resentimientos. Rupe se sintió triste y sola, aislada de lo que había sido su grupo. "¿Por qué no me invitan a jugar?"- se preguntaba mientras las veía de lejos pasar el rato con Elena.

Un día, Pepa decidió hablar con Rupe. "Rupe, creo que tenemos que hablar. Siento que ya no somos las mismas".

Rupe la miró, con los ojos llenos de tristeza. "Yo también lo siento, Pepe. Pero no sé cómo arreglarlo. Elena parece divertirlas más".

Pepe sintió que algo dentro de ella ardía. "No puede ser que una persona nos haga dudar de nuestra amistad. Vamos a hablar con Elena".

Y así, se armaron de valor y decidieron confrontar a Elena. "Elena, necesitamos hablar"- dijo Pepe, nerviosa. "Nos estamos sintiendo mal por lo que ha pasado en estos días. ¿Por qué dijiste que Rupe se reía de nuestras ideas?"- Rupe se unió al reclamo. "Es importante que todas nos sintamos bien".

Elena, un poco sorprendida, respondió: "No quise ofenderlas. A veces siento que no encajo y creí que tenía que hacer algo para que me aceptaran".

Pepe y Rupe lo miraron con comprensión. "No necesitas hacer nada raro para ser parte de nosotras. Solo sé tú misma"- dijo Pepe.

Aunque la situación no se arregló de inmediato, las tres decidieron trabajar en su amistad. Con el tiempo, Elena se dio cuenta de que la verdadera diversión estaba en compartir momentos genuinos, sin tratar de competir. Pepe y Rupe también aprendieron que en la amistad se trata de hablar y compartir los sentimientos, y no de escuchar rumores. Así, las tres chicas comenzaron a forjar un nuevo lazo, lleno de risas y juegos.

Así las tres se convirtieron en inseparables, aprendiendo a valorarse, a hablar con honestidad y a disfrutar de momentos en grupo. No todos los días serían perfectos, pero entre las risas y las aventuras, ellas entendieron que la amistad era un viaje, y que el valor de hablar y compartir era esencial. Juntas, aprendieron que siempre habría espacio para nuevas amigas, pero que lo más importante era la conexión que ya tenían.

Y así, las tres chicas continuaron creando historias increíbles en su pequeño barrio, recordando siempre que la amistad es como una planta: necesita cuidado y atención para florecer.

FIN.

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