La amistad de Samantha y los fantasmas


Había una vez en una casa grande de ladrillos rojos, vivía una niña llamada Samantha. Samantha era una niña curiosa y valiente de tan solo 5 años.

Durante el día, la casa era tranquila y Samantha jugaba feliz en su habitación con sus muñecas y dibujaba hermosos paisajes en su cuaderno de colores. Pero al caer la noche, algo misterioso sucedía en aquella casa.

Aparecían cinco niños pequeños y una señora mayor que caminaban por los pasillos y se escondían detrás de las cortinas. Samantha podía verlos claramente, eran fantasmas, pero no le tenían miedo. Una noche, mientras todos dormían, los fantasmas se acercaron a Samantha con curiosidad.

La niña no se asustó, al contrario, les sonrió amablemente y les dijo: "Hola, ¿quieren ser mis amigos?". Los fantasmas se miraron sorprendidos, nunca antes habían sido tratados con tanta amabilidad. "¿Amigos?" - preguntó uno de los niños fantasmas con voz temblorosa.

"Sí, amigos" - respondió Samantha con alegría. Desde ese día, los fantasmas comenzaron a jugar con Samantha todas las noches.

Jugaban a las escondidas en la sala de estar iluminada por la luz de la luna y contaban historias emocionantes bajo las estrellas en el jardín trasero. La señora fantasma les enseñaba canciones antiguas y les contaba cuentos tradicionales que llenaban el corazón de Samantha de alegría.

Con el paso del tiempo, los fantasmas ya no parecían tan misteriosos ni asustadizos para ella; eran sus amigos especiales que le enseñaron el valor del compañerismo y la importancia de aceptar a quienes son diferentes a nosotros.

Una noche particularmente fría, un fuerte viento sacudió las ventanas de la casa haciendo crujir los viejos marcos de madera. Los fantasmas parecían inquietos e incómodos por primera vez desde que conocieron a Samantha. "¿Qué pasa?" - preguntó ella preocupada.

"Es hora de partir" - respondió la señora fantasma con tristeza en su voz. Los otros niños fantasmas asintieron solemnemente. Era momento de seguir su camino hacia algún lugar desconocido para ellos pero lleno de paz y tranquilidad.

Samantha sintió un nudo en la garganta al darse cuenta de que debía despedirse de sus amigos especiales. Les abrazó con fuerza y les dijo entre lágrimas: "Siempre estarán en mi corazón". Los fantasmas desaparecieron lentamente ante sus ojos dejando solo un brillo cálido en el aire nocturno.

A pesar del dolor por la partida, Samantha sabía que aquellos momentos compartidos quedarían grabados para siempre en su memoria como recuerdos preciosos e inolvidables.

Desde entonces, cada vez que veía brillar una estrella fugaz en el cielo nocturno recordaba a sus amigos especiales y sabía que dondequiera que estuvieran ahora seguían cuidando su camino desde algún lugar más allá del mundo terrenal.

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