La Amistad de Sofía y Joel
Había una vez, en un hermoso barrio de Buenos Aires, una chica llamada Sofía. Sofía era una adolescente alegre y llena de sueños. Tenía una pasión desbordante por la pintura y pasaba horas en su habitación creando hermosas obras llenas de colores y emoción. Sin embargo, había una cosa que la hacía sentir aún más viva: un chico llamado Joel.
Sofía estaba completamente enamorada de él. Joel era un chico amable, siempre dispuesto a hacer reír a los demás. Pero había un pequeño problema: la mamá de Sofía no estaba de acuerdo con esta amistad.
"Sofía, ese Joel no me gusta. No quiero que te junto con él", le dijo una vez su mamá, con un tono serio.
"Pero mamá, ¡es solo un amigo! Él es muy buena persona", respondió Sofía, dibujando un corazón en su cuaderno.
"Puede que lo sea, pero quiero que te concentres en tus estudios y no te distraigas con cosas de chicos", añadió su mamá, preocupada por el futuro.
A pesar de las advertencias de su mamá, Sofía decidió seguir adelante. Ella creía firmemente que una buena amistad con Joel no le haría daño.
Con el tiempo, Sofía y Joel se hicieron grandes amigos. Pasaban horas hablando y compartiendo risas. Se contaban sus sueños y cómo imaginaban el futuro.
Pero un día, inesperadamente, Joel dejó de hablarle. Sofía se sintió triste y preocupada. No entendía por qué Joel se había alejado.
"¿Por qué no me contesta?", se preguntaba. Se lo decía a su reflejo en el espejo mientras dibujaba un retrato de Joel.
Desesperada por encontrar respuestas, Sofía decidió buscarlo. Fue hasta el parque donde solían jugar juntos.
"Joel, ¿por qué no me hablas más?", preguntó Sofía al encontrarlo en un rincón del parque.
"Hola Sofía. Lo siento. He estado un poco confundido. Mi papá dice que no debería juntarme con vos porque eres muy diferente a mí", respondió Joel, mirando el suelo.
El corazón de Sofía se rompió un poco.
"¿Y a vos qué te importa lo que diga tu papá? ¡Nosotros somos amigos!", exclamó Sofía, tratando de sonreír.
"Lo sé, pero a veces, los adultos no entienden la amistad", admitió Joel.
Sofía sintió que, quizás, era el momento de hablar con sus padres. Así que al llegar a casa, se armó de valor.
"Mamá, papá, tengo que hablarles de algo muy importante", dijo Sofía, sentándose en la mesa familiar.
Sus padres la miraron confundidos.
"Sé que no están de acuerdo con que sea amiga de Joel, pero él es una buena persona. Y nuestra amistad es muy especial para mí", continuó Sofía con firmeza.
Su mamá, que al principio se mostró reacia, escuchó atentamente.
"Sofía, queremos lo mejor para vos, pero solo estamos preocupados", dijo su papá.
"Yo entiendo eso, pero el amor y la amistad no tienen que ver con lo que piensen los adultos. Solo con lo que sentimos cada uno. Por favor, déjenme ser libre para elegir mis amigos", argumentó Sofía.
Después de un largo silencio, sus padres se miraron y luego se volvieron hacia ella.
"Está bien, hija. Te apoyamos. Si Joel te hace feliz, entonces está bien estar amigos", dijo su mamá finalmente, con una sonrisa.
Sofía sintió que su corazón se llenaba de alegría. Corrió hacia el parque y encontró a Joel.
"¡Joel! ¡Mis padres aceptaron nuestra amistad!", exclamó.
Joel se iluminó.
"¿De verdad? Eso es increíble, Sofía! Entonces, ¿podemos seguir siendo amigos?", preguntó Joel emocionado.
"¡Claro! ¡Nada nos separará!", respondió Sofía, con una gran sonrisa.
Desde ese día, Sofía y Joel disfrutaron de su amistad sin preocuparse de lo que dijeran los demás. Entendieron que la amistad verdadera supera barreras y diferencias, y que lo más importante era ser uno mismo.
FIN.