La Amistad de Tres Colores
Había una vez un león llamado Leo, que tenía una magnífica melena dorada y era conocido por su valentía. Su mejor amigo era un mono llamado Momo, que era rápido y siempre estaba lleno de energía. Ambos compartían la selva y jugaban juntos todos los días, aprendiendo y explorando. Pero un día, una pequeña disputa sobre quién podía trepar el árbol más alto transformó su hermosa amistad en una amarga pelea.
"¡Eso es injusto! ¡Yo soy más rápido!" gritaba Momo, mientras saltaba de una rama a otra.
"¡Pero yo soy más fuerte! ¡Y además, no se trata de fuerza o velocidad!" rugía Leo, mostrándose molesto.
Desde ese día, dejaron de hablarse. La selva que una vez resonaba con risas se volvió silenciosa y triste. Los días pasaron y la tristeza se hizo evidente. Sin embargo, un día, una serpiente colorida llamada Sara apareció en la escena. Al verla deslizarse con elegancia, tanto Leo como Momo se sintieron intrigados.
"Hola, amigos. ¿Por qué están tan tristes?" preguntó Sara, en un tono suave.
"No somos amigos", respondió Momo, cruzando los brazos. "Nos peleamos y ahora no hablamos."
"¿Y eso los hace felices?" inquirió la serpiente.
Ambos se miraron, sintiendo que, de alguna manera, la respuesta era un rotundo no. Sara entonces decidió intervenir y les propuso un reto.
"¿Qué tal si compiten juntos en lugar de pelear? Mi propuesta es que organicemos una carrera por la selva. ¡No importa quién gane, lo importante es disfrutar juntos!"
Los amigos miraron a Sara con sorpresa, pero no pudieron evitar sonreír ante la idea. Acordaron unirse y hacer de la carrera un motivo de diversión y colaboración. Con los días, Sara ayudaba a entrenarlos, mostrando las mejores rutas y como podían aprovechar sus habilidades.
El día de la carrera llegó. Con una multitud de animales animando, Leo y Momo estaban listos. Largaron y, en medio del recorrido, se dieron cuenta de que al trabajar juntos, podían superar los obstáculos de una manera que nunca habían pensado.
"¡Salta ahí, Momo! Yo puedo ayudarte a subir esa roca. ¡Vamos!" gritaba Leo.
"¡Y tú empuja un poco más! ¡Yo puedo sujetarte desde aquí!" respondía Momo con entusiasmo.
Cada vez que uno de ellos se sentía agotado, el otro lo alentaba y juntos lograron superar la meta, no como enemigos, sino como verdaderos amigos. Al cruzar la línea de llegada, un estruendoso aplauso estalló entre los demás animales, no por quién había ganado, sino por el trabajo en equipo que habían demostrado.
Luego de la carrera, se miraron el uno al otro y sonrieron.
"Perdóname, Momo. Me di cuenta que no importa quién es más fuerte o rápido, lo importante es tenerte como amigo". Dijo Leo con sinceridad.
"Yo también lo siento, Leo. ¡Sara tenía razón! ¡Hay más alegría en ser amigos que en competir!" replicó Momo.
Sara, riendo, se unió a ellos.
"¡Eso es lo que se llama amistad! Y a veces, un nuevo amigo puede mostrarte el valor de lo que tienes".
De ahí en más, Leo, Momo y Sara se convirtieron en un trío inseparable, jugando y explorando juntos, aprendiendo que las diferencias no tienen por qué separarnos, sino que pueden enriquecer nuestras vidas de maneras maravillosas. La selva recuperó su alegría y, cada vez que los animales veían a Leo, Momo y Sara juntos, les recordaban que la verdadera amistad es un tesoro.
FIN.