La amistad de Ulises y Lucas


Un día, mientras Ulises estaba disfrutando su queso, un pequeño ratón llamado Lucas se acercó a la cueva. - Hola, Ulises -dijo Lucas-.

¿Puedo probar un poco de ese delicioso queso? Ulises frunció el ceño y respondió con desdén:- ¡Este es mi queso! No lo comparto con nadie. Vete de aquí. Lucas se sintió muy triste y decepcionado al escuchar esto. Sin embargo, no se rindió y decidió intentarlo nuevamente al día siguiente.

Al día siguiente, Lucas volvió a la cueva de Ulises. Esta vez, trajo consigo una pequeña porción de pan que había encontrado en el bosque. - Hola de nuevo, Ulises -dijo Lucas-.

Me preguntaba si te gustaría compartir tu queso conmigo a cambio de este pedazo de pan que encontré. Ulises pensó por un momento antes de aceptar la oferta. Aunque todavía no quería compartir su preciado queso, le pareció justo hacerlo a cambio del pan.

Así comenzaron las visitas regulares de Lucas a la cueva de Ulises. Cada vez traía algo diferente para intercambiar por el queso: nueces, bayas e incluso algunas hojas frescas para ayudar a mantener la cueva limpia.

Con el tiempo, Ulises comenzó a darse cuenta de que era mucho más feliz compartiendo su queso con alguien más que guardándolo todo para él mismo. Además, disfrutaba mucho más las visitas regulares y amistosas que tenía con Lucas.

Finalmente llegó un día en que Ulises decidió invitar a todos los ratones del bosque a una gran fiesta en su cueva. Prepararon una gran cantidad de queso y compartieron historias y risas toda la noche.

Ulises aprendió que compartir no solo es bueno para los demás, sino también para uno mismo. Y Lucas enseñó a Ulises el valor de la amistad y cómo las relaciones pueden ser mucho más importantes que cualquier cosa material.

Desde ese día en adelante, Ulises se convirtió en el ratón más querido del bosque, siempre dispuesto a compartir su queso con cualquiera que viniera a visitarlo.

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