La amistad del monstruo


Salvador y Valentina eran dos valientes exploradores que se aventuraron en un bosque misterioso en busca de tesoros escondidos. El sol comenzaba a ponerse y los árboles parecían susurrar historias antiguas mientras avanzaban entre la maleza.

De repente, un ruido estruendoso resonó en el bosque, haciendo temblar las hojas de los árboles. Salvador y Valentina se detuvieron en seco, con el corazón latiéndoles fuerte en el pecho.

De entre las sombras emergió un monstruo tenebroso, con ojos brillantes y colmillos afilados. - ¡Ay, Salvador! ¡Es un monstruo horrible! -exclamó Valentina, agarrando la mano de su amigo con fuerza. - Tranquila, Valentina. No debemos dejarnos llevar por el miedo.

Debemos pensar con claridad para encontrar una solución a esta situación -respondió Salvador con determinación. El monstruo gruñía amenazadoramente y se acercaba lentamente hacia ellos. Salvador observó detenidamente al monstruo y notó que tenía algo brillante en una de sus garras.

- ¡Valentina, mira! Ese monstruo tiene algo brillante en su garra. Quizás sea un tesoro que está protegiendo -comentó Salvador intrigado. Valentina asintió con curiosidad mientras el monstruo seguía avanzando hacia ellos.

En ese momento, Salvador recordó una historia que le contaron sobre cómo los monstruos protegían tesoros valiosos en lugares olvidados. - Creo que si logramos hacerle entender al monstruo que no queremos hacerle daño, tal vez nos permita ver qué es lo que guarda tan celosamente -sugirió Salvador a Valentina.

Con valentía, Salvador dio unos pasos hacia el monstruo extendiendo las manos pacíficamente. El monstruo gruñía pero parecía menos amenazante mientras observaba a los dos exploradores con curiosidad. - Tranquilo amigo monstruoso, no venimos a lastimarte.

Solo queremos descubrir qué tesoro tan especial estás protegiendo -dijo Salvador con voz calmada. El monstruo titubeó por un momento antes de abrir su garra y mostrarles un hermoso medallón dorado adornado con gemas relucientes.

Los ojos de Valentina brillaban maravillados ante semejante hallazgo. - ¡Es increíble! Nunca habíamos visto algo así antes -exclamó Valentina emocionada. El monstruo emitió un sonido gutural que casi parecía una risa amigable antes de desaparecer entre los árboles del bosque tenebroso.

Salvador y Valentina se quedaron contemplando el medallón dorado sintiéndose agradecidos por la lección aprendida: nunca juzgar por las apariencias y siempre buscar la paz incluso en situaciones difíciles.

Con el tesoro en sus manos y los corazones llenos de gratitud, los dos amigos emprendieron el regreso a casa sabiendo que ninguna aventura era demasiado grande si estaban juntos y dispuestos a enfrentar cualquier desafío con valentía y comprensión.

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