La Amistad en el Aula



Había una vez, en un colorido colegio de Buenos Aires, un joven llamado Tomás que trabajaba como auxiliar. En el mismo aula, también estaba Sofía, una chica llena de alegría y empuje. Ambos compartían tareas y hacían un gran equipo, hasta que un día, una simple opinión sobre cómo organizar una actividad escolar los llevó a un fuerte desacuerdo.

"- ¡No, Tomás! Así no lo vamos a lograr!" exclamó Sofía, con los ojos llenos de determinación.

"- Pero Sofía, si lo hacemos a mi manera, será más divertido!" respondió Tomás, frunciendo el ceño.

La discusión continuó, volviéndose más intensa. Al final, en lugar de encontrar una solución, decidieron dejar de hablarse. A partir de ese día, el ambiente en el colegio se volvió extraño. Los estudiantes notaron el cambio y la química que antes existía entre Tomás y Sofía se había esfumado.

Los días pasaron, y sus amigos empezaron a preocuparse. Una amiga en común, Ana, decidió actuar. Ana era muy observadora y se dio cuenta de que la tensión afectaba no solo a ellos dos, sino también a todos los que los rodeaban.

Una tarde, cuando Tomás y Sofía estaban en el recreo, Ana se acercó con una sonrisa tímida. "- Hola chicos, ¿puedo hablar con ustedes?"

"- ¿Qué necesitas, Ana?" preguntó Tomás, con un tono de voz poco amable.

"- He notado que están distanciados y me duele verlos así. Eran un gran equipo. ¿No pueden intentar resolver esto?" dijo Ana, esperanzada.

"- Pero no hay nada que resolver," respondió Sofía, cruzando los brazos. "- Solo tenemos diferentes ideas."

"- Eso es lo interesante de trabajar en equipo, Sofía. A veces, las diferencias nos ayudan a crecer y a aprender unos de otros. ¿Qué tal si intentamos unir nuestras ideas en lugar de separarnos?" argumentó Ana.

Tomás y Sofía se miraron con un aire de incertidumbre. Había algo cierto en lo que decía Ana. Tal vez estaban siendo muy rígidos.

"- Bueno, quizás podríamos intentarlo," sugirió Tomás, un poco más abierto.

"- Está bien, haremos una lluvia de ideas juntos, pero yo quiero que se escuche mi propuesta." Sofía, siendo un poco más suave, ofreció.

Así, con la ayuda de Ana, se sentaron en un rincón del patio y comenzaron a compartir sus ideas. A medida que hablaban, se dieron cuenta de que tenían mucho en común, y que sus diferencias podían complementarse.

"- ¡Me gusta tu idea de utilizar colores diferentes!" dijo Tomás. "- Podríamos hacerlo más atractivo."

"- Y yo creo que deberíamos incluir juegos para que los chicos puedan aprender mientras se divierten," agregó Sofía, sonriendo.

Finalmente, después de un esfuerzo conjunto, lograron diseñar una actividad espectacular. En la presentación, ambos lucieron sonrientes, y los estudiantes disfrutaron de la propuesta.

"- Gracias, Ana. Nos ayudaste a ver las cosas desde otra perspectiva," dijo Sofía, mirando a su amiga con gratitud.

"- Sí, a veces, es bueno tener un poco de ayuda externa para recordar lo que realmente importa: la amistad," añadió Tomás, sintiéndose aliviado.

Desde ese día, Tomás y Sofía aprendieron que las diferencias no son un obstáculo, sino una oportunidad para crecer juntos. Hicieron un pacto de siempre comunicarse y resolver sus desacuerdos con diálogo. Así, el colegio volvió a ser un lugar lleno de risas y aprendizaje, con Ana como su gran aliada.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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