La amistad en el castillo real



Había una vez en un lejano reino un perro llamado Rufus, que vivía en un castillo muy grande y majestuoso. Rufus era el mejor amigo del rey y siempre lo acompañaba a todas partes.

Un día, mientras paseaban por los jardines del castillo, escucharon un débil maullido proveniente de unos arbustos. El rey y Rufus se acercaron curiosos y descubrieron a un gatito blanco y negro escondido entre las ramas.

El gatito parecía asustado y hambriento, así que el rey decidió llevarlo al castillo para cuidarlo. "¿Qué hacemos con este pequeño amigo, Rufus?" preguntó el rey acariciando al gatito. "¡Guau! ¡Guau!" respondió Rufus moviendo la cola emocionado.

Así fue como el gato, al que llamaron Luna, se convirtió en parte de la familia real. Rufus aceptó a Luna desde el primer momento y juntos se convirtieron en inseparables amigos. Los tres pasaban sus días explorando los rincones del castillo y divirtiéndose juntos.

Un día, mientras jugaban en los jardines del castillo, Luna desapareció misteriosamente. Rufus y el rey buscaron por todas partes pero no lograban encontrarla.

Pasaron horas buscando hasta que finalmente descubrieron que Luna había caído en una profunda grieta en las murallas del castillo. "¡Maullido! ¡Maullido!" gritaba Luna asustada desde el fondo de la grieta. "No te preocupes Luna, vamos a buscarte" dijo Rufus decidido a ayudar a su amiga.

El rey miró preocupado la grieta tan estrecha e inaccesible pero Rufus no dudó ni un segundo. Con valentía y determinación comenzó a excavar con sus patas hasta lograr abrir un agujero lo suficientemente grande como para rescatar a Luna.

Finalmente, gracias al esfuerzo conjunto de Rufus y el rey, lograron sacar sana y salva a Luna de la grieta. La pequeña gata estaba asustada pero feliz de estar nuevamente junto a sus amigos.

Desde ese día, la amistad entre Rufus, Luna y el rey se hizo aún más fuerte. Aprendieron que juntos podían superar cualquier obstáculo y que la verdadera amistad es aquella que está presente en los momentos más difíciles.

Y así, entre ladridos felices de Rufus y ronroneos cariñosos de Luna, continuaron viviendo aventuras inolvidables en su querido castillo donde reinaba la amistad verdadera para siempre.

FIN.

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