La Amistad en el Patio del Colegio
Era una mañana soleada en la escuela primaria de Villa Esperanza. Sandra, una niña curiosa y siempre con una sonrisa, había llegado entusiasmada al colegio. Sin embargo, al cruzar la puerta del patio, notó algo extraño. Laura y Melisa, sus dos mejores amigas, estaban sentadas en bancos opuestos, con caras largas y brazos cruzados.
Sandra se acercó a ellas, sintiéndose preocupada.
"¿Chicas, qué les pasó?"
Laura miró hacia otro lado, mientras Melisa suspiraba.
"No quiero hablar. No es cosa tuya, Sandra."
"Pero ustedes son mis amigas. Siempre hablamos de todo. ¡Díganme qué pasó!"
Con un poco de insistencia, finalmente Laura se decidió a contar.
"Es que... Melisa me dijo que no puedo jugar con ella porque siempre me gana en el juego de las pistas, y eso me molestó mucho."
"¡Pero esa no es la razón, Laura!"
Melisa interrumpió, visiblemente molesta.
"Lo que pasa es que me parece que nunca me dejas ganar y eso me hace sentir mal."
Sandra se sentó en un banco entre sus amigas, pensando en cómo ayudarlas.
"Chicas, creo que están confundiendo un poco las cosas. Jugar es para divertirse, no para pelear. ¿Por qué no hacemos un juego donde todas tengamos la oportunidad de ganar?"
Laura y Melisa se quedaron en silencio, mirándose.
"No sé, Sandra. ¿Qué sugerís?"
"Podemos hacer una carrera de tres etapas, con diferentes pruebas. La primera es correr rápido, la otra es saltar la cuerda y la última un juego de preguntas. Así todas tenemos oportunidades. ¿Qué les parece?"
"¡Suena divertido!"
Exclamó Melisa, sonriendo por primera vez.
"De acuerdo, acepto. Pero, no vale pelear si alguna de las tres no gana al final. ¿Sí?"
"Trato hecho. ¡Empecemos!"
Las tres amigas se levantaron con una nueva energía y comenzaron a preparar el juego. Todos los niños del patio se acercaron, curiosos. Mientras organizaban todo, Laura y Melisa fueron compartiendo risas y chistes, dejando atrás la molestia.
Finalmente, comenzaron el concurso. Cada una probó su habilidad y, al final, lo más divertido fueron las carcajadas que compartieron mientras corrían, brincaban y respondían preguntas. Resultó que Sandra era la más rápida, Laura la mejor saltadora, y Melisa, sorprendentemente, ¡sabía mucho sobre animales!
Cuando terminaron, se dieron cuenta de que lo más importante no era quién ganó, sino el tiempo que pasaron juntas.
"Chicas, esto fue lo mejor que hemos hecho en mucho tiempo. Gracias, Sandra por hacernos ver lo divertido que es estar juntas, sin pelear."
"Sí, totalmente. A veces me olvido de lo que realmente importa en la amistad."
Con una gran sonrisa, las tres se abrazaron.
A partir de ese día, decidieron que siempre tendrían un momento especial para jugar juntas y no dejarían que nada se interpusiera en su amistad. Así fue como, en un pequeño patio de Villa Esperanza, Laura, Melisa y Sandra aprendieron que la amistad es más valiosa que cualquier competencia. Y desde entonces, siempre se ayudaban mutuamente, haciendo que cada día en la escuela fuera una aventura llena de risas y alegría.
Y colorín colorado, esta historia de amistad se ha terminado.
FIN.