La Amistad en el Refugio



Bettina y Norma eran dos niñas de mundos muy diferentes que se conocieron en un campo de refugiados. Bettina había llegado del norte, una región llena de montañas y ríos, donde solía jugar con su perro Max. Por otro lado, Norma venía del sur, una tierra de valles y flores que siempre le recordaba los aromas de su vieja casa. Aunque estaban lejos de sus hogares, ambas compartían algo importante: el deseo de tener un amigo.

Un día, mientras exploraban los alrededores del refugio, Bettina tropezó con una piedra y cayó al suelo.

"¡Ay!" gritó, mientras se frotaba la rodilla.

Norma, que lo había visto todo desde lejos, corrió hacia ella.

"¿Estás bien?" preguntó con preocupación.

Bettina sonrió, a pesar del pequeño dolor.

"Sí, solo un pequeño golpe. Gracias por venir a ayudarme."

A partir de ese momento, las dos chicas se hicieron inseparables. Pasaban las tardes tejiendo pulseras con hilos de colores que encontraban en el refugio, contándose historias de sus familias y sus antiguas vidas. Se apoyaban mutuamente, aunque a veces lloraban juntas por la tristeza de lo que habían dejado atrás.

Un día, mientras investigaban la parte trasera del campo, encontraron un viejo árbol con un hueco en su tronco. Dentro, había un libro antiguo cubierto de hojas secas. Curiosas, empezaron a hojearlo y descubrieron que era un libro de cuentos.

"¡Mirá! Aquí dice que si creemos en la magia de las historias, podemos viajar a lugares increíbles", soñó Bettina, mirando a Norma con ojos brillantes.

"¿Y si hacemos un club de cuentos?" sugirió Norma.

Bettina saltó de alegría.

"¡Sí! Podemos invitar a todos los chicos del campo. Cada semana, uno de nosotros puede contar una historia y los demás pueden inventar finales nuevos."

Así nació el Club de Cuentos del Refugio. Los niños de diferentes orígenes y culturas se reunían, creando un ambiente alegre lleno de risas y creatividad. Cuentos de héroes, viajes por el espacio, princesas y dragones; cada historia ayudaba a sanar corazones. En el momento más inesperado, el grupo decidió hacer la primera presentación del club: un show de narración. Todos los niños colaborarían con obras cortas y se prepararían para el evento.

Sin embargo, los preparativos se tornaron complicados cuando un grupo de nuevos refugiados llegó al campo, muchos de ellos tristes y sin ganas de compartir. Bettina y Norma vieron cómo algunos niños se sentaban solos.

"Tal vez estén extrañando sus casas", dijo Norma mientras se sentaban a observar.

"Podríamos preguntarles si quieren unirse a nuestro club", sugirió Bettina.

Al principio, los nuevos niños se mostraron reacios, pero cuando empezaron a escuchar las historias de los otros, su curiosidad creció. Una tarde, uno de ellos, un niño llamado Leo, finalmente se acercó.

"¿Puedo contar una historia sobre mi ciudad?" preguntó tímidamente.

Las niñas sonrieron y asintieron. Al escuchar la historia de Leo, todos quedaron fascinados. El cuento hablaba de un dragón que ayudó a la gente a brillar en la oscuridad. Esa historia fue el catalizador que necesitaban; pronto todos los niños se sintieron inspirados a compartir sus propias narraciones y experiencias.

La presentación del club fue un éxito. Los niños, incluyendo a los nuevos refugiados, mostraron una gran energía y entusiasmo. Cada uno, con su historia, hizo que los demás sintieran que, aunque estaban lejos de casa, aún podían compartir un pedacito de sus mundos.

La amistad entre Bettina, Norma y todos los chicos del refugio se volvió más fuerte a medida que aprendían sobre la diversidad y la belleza de la vida de cada uno, convirtiéndose en una gran familia. La magia de las historias no solo les permitió viajar a otros mundos, sino que también les enseñó una valiosa lección sobre la amistad y la solidaridad en los momentos difíciles.

Desde entonces, Bettina y Norma prometieron que, no importa donde la vida las lleve, siempre llevarían consigo la fuerza de su amistad y la magia de las historias que unieron a todos.

Y así, en medio de un campo de refugiados, donde los corazones parecían estar un poco apagados, la chispa de una hermosa amistad iluminó todo a su alrededor.

FIN.

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