La amistad en la cueva del lobo
Había una vez una niña llamada Majo, que vivía en un pequeño pueblo al pie de una gran montaña. Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se adentró en la oscuridad de una cueva.
Mientras caminaba por la cueva, Majo escuchó un ruido extraño y se detuvo. De repente, apareció un lobo enorme y animal frente a ella. "¡Qué susto me has dado!", gritó Majo asustada.
"Lo siento", dijo el lobo con voz suave y amigable. "No te preocupes, no voy a hacerte daño". Majo estaba sorprendida por las palabras del lobo, ya que siempre había oído que los lobos eran feroces y peligrosos. Pero este parecía diferente.
"¿Por qué no me atacas?", preguntó Majo con curiosidad. "Porque yo no soy como otros lobos", respondió el lobo. "Soy solitario y pacífico". Majo decidió confiar en el lobo y juntos continuaron su camino por la cueva.
Durante su aventura, descubrieron muchos tesoros escondidos dentro de las rocas: cristales brillantes, oro reluciente e incluso algunas monedas antiguas.
Pero lo más importante fue la amistad que surgió entre ellos durante esa noche inolvidable bajo la luz de la luna radiante. Al final del camino, cuando salieron de la cueva hacia el atardecer dorado del exterior, Majo se despidió del lobo con tristeza pero también con alegría sabiendo que había ganado un amigo para siempre.
"¡Gracias por acompañarme en esta aventura!", dijo Majo, sonriendo a su nuevo amigo. "No hay de qué", respondió el lobo. "Siempre serás bienvenida aquí". Desde ese día, Majo y el lobo se convirtieron en los mejores amigos del mundo.
Juntos exploraron los bosques cercanos y siempre recordaron la noche mágica en la que se conocieron dentro de la cueva de la montaña.
Majo aprendió una lección importante: no juzgar a alguien por su apariencia o reputación, sino darle una oportunidad para demostrar quiénes son realmente. Y así fue como encontró un verdadero amigo en un lugar inesperado.
FIN.