La amistad en la playa
Había una vez un oso llamado Benito que vivía en lo más profundo del bosque. Benito era un oso muy curioso y aventurero, siempre buscando nuevas experiencias.
Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó un ruido extraño proveniente de lejos. "- ¿Qué será ese ruido?", se preguntó Benito con curiosidad. Siguiendo el sonido, llegó a la playa y quedó maravillado al ver el inmenso océano azul extendiéndose frente a él.
El sol brillaba en el cielo y las olas rompían suavemente en la orilla. Benito decidió acercarse para explorar más de cerca este nuevo lugar tan fascinante.
Pero justo cuando puso una de sus patas enormes en la arena caliente, ¡una pelota voladora cayó junto a él! Benito miró sorprendido la pelota colorida que había caído del cielo. "- ¡Vaya! ¿De dónde habrá salido esto?", dijo asombrado mientras levantaba la pelota con sus garras gigantes.
En ese momento, apareció Martín, un niño muy amigable que estaba jugando con su hermanita Micaela cerca de allí. Al darse cuenta de que su pelota había caído cerca del oso, corrió hacia él gritando: "- ¡Cuidado! Esa es nuestra pelota".
Pero cuando Martín vio al oso sosteniendo la pelota entre sus garras enormes, se detuvo sorprendido y asustado. Sin embargo, Benito no tenía intención de hacerle daño a nadie; solo quería explorar y aprender cosas nuevas.
"- No te preocupes, no quiero hacerle daño a nadie. Solo estaba curioseando", dijo Benito con una sonrisa amigable. Martín se acercó lentamente al oso y le explicó que la pelota era de él y su hermanita.
Benito, comprendiendo la situación, extendió su pata para devolverles la pelota. Martín y Micaela quedaron impresionados por la amabilidad del oso. "- Gracias, señor oso", dijo Martín mientras tomaba la pelota de las garras del oso. "- ¿Quieres jugar con nosotros?", preguntó Micaela emocionada.
Benito aceptó encantado. Jugar en la playa sonaba como una gran idea para él. Los tres comenzaron a correr por la arena, saltando olas y riendo sin parar.
El oso era tan grande que cada vez que saltaba sobre las olas, salpicaba agua por todas partes, haciendo reír aún más a los niños. A medida que pasaban el tiempo juntos, el miedo inicial desapareció completamente y Martín y Micaela descubrieron que Benito era un amigo confiable y divertido.
Juntos construyeron castillos de arena gigantes e hicieron carreras hasta quedar agotados.
Al final del día, cuando el sol comenzó a ponerse en el horizonte, los tres amigos se sentaron en la orilla mirando cómo las últimas luces doradas del día desaparecían detrás del mar. "- Ha sido un día increíble gracias a ti", dijo Martín abrazando al oso cariñosamente. "- Sí, nunca olvidaremos este día", agregó Micaela.
Benito, con una gran sonrisa en su rostro animal, se dio cuenta de que había encontrado algo muy valioso: la amistad. Aunque era un oso y ellos eran niños, aprendió que las diferencias no importaban cuando el corazón está lleno de amor y respeto.
Desde ese día en adelante, Benito visitaba regularmente a Martín y Micaela en la playa. Juntos construyeron recuerdos inolvidables y demostraron al mundo que la amistad no tiene límites ni barreras.
Y así, el oso Benito descubrió que incluso los animales más grandes pueden encontrar amigos verdaderos en los lugares más insospechados. Y aunque parezca extraño, fue gracias a una simple pelota voladora que este hermoso vínculo se pudo crear.
FIN.