La amistad en la selva



Había una vez en la selva un león llamado Leopoldo, un ratón llamado Renato, un cocodrilo llamado Crispín y una capibara llamada Clara. Todos vivían en armonía en la selva, cada uno con sus propias costumbres y amigos.

Un día, mientras Leopoldo descansaba bajo la sombra de un árbol, escuchó unos gritos desesperados. Era Renato pidiendo ayuda porque había caído en un hoyo profundo y no podía salir.

Sin dudarlo, Leopoldo se acercó al hoyo y le ofreció su pata para que el ratón pudiera trepar. "¡Gracias Leopoldo! Eres muy valiente y amable", dijo Renato emocionado. "No hay de qué, amigo. En la selva debemos ayudarnos unos a otros", respondió el león con una sonrisa.

Mientras tanto, Crispín observaba toda la escena desde el río cercano. Admiraba la valentía de Leopoldo y la humildad de Renato. Decidió acercarse a ellos para presentarse. "Hola, soy Crispín el cocodrilo.

Vi cómo ayudaste a Renato y me gustaría ser tu amigo también", dijo Crispín tímidamente. Leopoldo lo miró sorprendido pero luego sonrió y extendió su pata hacia él. "¡Claro que sí! En esta selva siempre hay lugar para nuevos amigos", expresó el león contento.

Los cuatro animales comenzaron a pasar tiempo juntos, compartiendo historias y aventuras.

Clara les enseñaba sobre las plantas medicinales de la selva, Crispín les contaba historias del río y sus habitantes, Renato les mostraba los túneles secretos que había construido debajo de los árboles, y Leopoldo protegía a todos con su fuerza y coraje. Un día, mientras exploraban una parte desconocida de la selva, se encontraron con cazadores furtivos que querían capturar a los animales para venderlos en el mercado negro.

Rápidamente idearon un plan para despistar a los cazadores: Clara se sumergió en el río para confundirlos con sus habilidades acuáticas; Crispín fingió ser una estatua de piedra en medio del camino; Renato correteaba entre los árboles emitiendo chillidos agudos; y Leopoldo rugía tan fuerte que hizo temblar la tierra.

Los cazadores asustados huyeron rápidamente de allí sin lograr atrapar a ninguno de los animales. Todos se abrazaron felices por haber trabajado juntos para superar ese peligro. "¡Qué equipo increíble somos!", exclamó Clara emocionada.

"Así es, juntos podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente", afirmó Leopoldo orgulloso. Desde ese día, Leopoldo, Renato, Crispín Capibara siguieron siendo inseparables en la selva.

Aprendieron que la verdadera amistad va más allá de las diferencias o tamaños físicos; se trata de estar ahí cuando alguien lo necesita, apoyarse mutuamente cuidarse unos a otros como verdadera familia animal. Y así continuaron viviendo aventuras inolvidables mientras disfrutaban del regalo más preciado: tener amigos fieles junto a ellos.

FIN.

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