La amistad en la tormenta


Había una vez un gato llamado Simón, un ratón llamado Lucas y un pez llamado Nemo. Vivían en un pequeño pueblo cerca de la costa, donde el sol brillaba todos los días y el aire olía a sal.

Un día, mientras Simón paseaba por el jardín, vio a Lucas escondido detrás de unas flores. El gato se acercó sigilosamente y le dijo: "¡Hola Lucas! ¿Qué haces aquí?". Lucas se sobresaltó y respondió nervioso: "Oh, hola Simón.

Estoy buscando comida para llevar a mi madriguera". Simón sonrió amigablemente y le propuso a Lucas ayudarlo a encontrar comida. Juntos recorrieron el jardín en busca de semillas y nueces que pudieran llevar al hogar del ratón.

Mientras tanto, Nemo nadaba felizmente en su pecera cuando escuchó ruidos provenientes del jardín. Curioso por saber qué estaba pasando, decidió saltar fuera de su pecera (con mucho cuidado) y explorar.

Cuando Nemo llegó al jardín, encontró a Simón y Lucas trabajando juntos para recolectar alimentos. Se acercó lentamente y les preguntó: "Disculpen chicos, ¿puedo ayudarlos?". Simón miró sorprendido al pez flotando en el aire y respondió: "¡Claro que sí! ¡Sería genial tener tu ayuda!".

Los tres amigos continuaron explorando el jardín en busca de más alimentos. Mientras caminaban entre las plantas, se encontraron con una ardilla llamada Lola. Ella estaba buscando nueces para guardar durante el invierno.

Lola se unió al grupo y entre todos recolectaron muchas semillas, nueces y frutas. Pero en ese momento, una tormenta repentina comenzó a desatarse sobre el pueblo. Los amigos se refugiaron bajo un árbol y empezaron a preocuparse por cómo llegarían a sus hogares sin mojarse.

Entonces, Nemo tuvo una idea brillante. "¡Podemos usar hojas grandes como paraguas!", exclamó emocionado. Los demás asintieron con entusiasmo y rápidamente buscaron hojas lo suficientemente grandes como para cubrirlos.

Con las hojas protegiéndolos de la lluvia, los amigos emprendieron su camino hacia sus respectivos hogares. Lucas llegó primero a su madriguera y les dio las gracias a Simón y Nemo por su valiosa ayuda.

Simón llegó después a su casa y encontró un plato de leche caliente esperándolo en la puerta. Supo que era un regalo de gratitud de Lucas, quien había querido mostrarle cuánto apreciaba su amistad. Nemo finalmente volvió a su pecera, pero esta vez con una sonrisa más grande que nunca antes.

Había aprendido que no importaba cuán diferentes fueran las especies, siempre podían trabajar juntas y ayudarse mutuamente. Desde ese día en adelante, Simón, Lucas y Nemo se convirtieron en los mejores amigos del mundo animal.

Juntos demostraron que la amistad no tiene barreras ni límites cuando hay amor y solidaridad entre ellos. Y así vivieron felices para siempre.

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