La amistad entre extraños
En lo más profundo de unas cuevas rocosas, un dinosaurio curioso exploraba cada rincón. Sus enormes patas resonaban en las paredes de piedra, mientras su cuello largo se movía con fascinación al descubrir los misterios ocultos en aquel lugar.
De repente, al doblar una esquina, se topó con una araña gigante y peluda que le hizo dar un salto hacia atrás. - ¡Ay! ¡Qué susto me has dado, arañita! -exclamó el dinosaurio con voz temblorosa.
La araña, sorprendida por la reacción del dinosaurio, intentó explicarse:- Perdona mi apariencia asustadiza, pero soy inofensiva y amigable. Solo quería explorar estas cuevas como tú.
El dinosaurio miró a la araña con desconfianza al principio, pero luego notó la sinceridad en sus ojos brillantes y decidió darle una oportunidad. - Está bien... supongo que todos merecen una segunda oportunidad. ¿Cómo te llamas? -preguntó el dinosaurio con curiosidad.
- Soy Aracne, y me encantaría ser tu amiga si me permites demostrarte que no debes juzgar por las apariencias -respondió la araña con entusiasmo. El dinosaurio asintió lentamente y aceptó la oferta de amistad de Aracne.
Juntos continuaron explorando las cuevas rocosas, compartiendo historias sobre sus vidas y riendo ante las ocurrencias del otro. Sin embargo, en medio de su travesía, el suelo resbaladizo hizo que el dinosaurio perdiera el equilibrio y cayera pesadamente al suelo. - ¡Ayúdame! No puedo levantarme -gritó el dinosaurio angustiado.
En ese momento crucial, un pájaro bueno pasaba volando cerca de allí y escuchó los lamentos del dinosaurio. Se acercó rápidamente para ver qué sucedía y encontró a Aracne tratando de ayudar al gran reptil a ponerse de pie.
- ¿Necesitan ayuda? Soy Pío el pájaro bueno, puedo llevarlos donde necesiten ir -ofreció gentilmente el ave. Aracne agradeció profundamente la ayuda del pájaro bueno e indicó que necesitaban llegar a casa del dinosaurio para curar sus heridas causadas por la caída.
Con cuidado y delicadeza, Pío cargó al dinosaurio en su espalda mientras Aracne se aferraba a una pluma para no quedarse rezagada durante el vuelo hacia casa.
Al llegar a salvo al hogar del dinosaurio gracias a la cooperación entre ellos tres, el gran reptil comprendió que juzgar por las apariencias solo lleva a malentendidos y pérdida de posibles amigos maravillosos como Aracne y Pío.
A partir de ese día, el trío inseparable exploraba juntos las cuevas rocosas con valentía y compañerismo sin importar cómo lucieran exteriormente cada uno de ellos.
FIN.