La amistad entre la iguana y el perico


Había una vez en la selva un perico llamado Pepe y una iguana llamada Inés. Vivían en un árbol muy frondoso y se habían hecho amigos desde que eran pequeños. Pepe, con sus plumas verdes y amarillas, pasaba las mañanas picoteando frutas, mientras que Inés, con su piel escamosa y ojos brillantes, se la pasaba recorriendo los árboles y tomando el sol.

Un día, mientras buscaba frutas maduras, Pepe escuchó un ruido extraño proveniente de un arbusto cercano. Al acercarse, descubrió a Inés atrapada en una red tendida por unos cazadores furtivos. -¡Inés, Inés! -gritó preocupado Pepe. -¡Ayúdame, Pepe! -respondió la iguana en tono desesperado. Sin pensarlo dos veces, Pepe liberó a Inés y juntos huyeron tan rápido como pudieron, esquivando los obstáculos que se interponían en su camino.

Después de haberse alejado lo suficiente, se detuvieron para descansar. -¡Gracias por salvarme, Pepe! -dijo Inés, con los ojos llenos de agradecimiento. -No hay de qué, amiga. ¡Eso es lo que hacen los amigos! -respondió Pepe con una sonrisa. A partir de ese día, Pepe y Inés se prometieron estar siempre juntos y protegerse mutuamente.

Poco tiempo después, descubrieron que los cazadores furtivos seguían merodeando por la selva en busca de animales. Decidieron informar a sus amigos animales y juntos idearon un plan para exponer a los cazadores y evitar que lastimaran a más criaturas indefensas. Trabajaron en equipo, cada uno aportando su habilidad única, hasta lograr su objetivo. Finalmente, los cazadores fueron llevados frente a las autoridades y la selva volvió a ser un lugar seguro para todos sus habitantes.

Pepe e Inés se convirtieron en verdaderos héroes y su amistad se fortaleció aún más. Nunca más volvieron a estar en peligro, pues sabían que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara en el futuro.

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