La amistad entre Lola y Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo, una chica llamada Lola y un chico llamado Mateo.

Ambos se conocieron en la plaza central el último día del año, justo cuando estaban por dar las doce campanadas para recibir el nuevo año. Lola estaba sentada en un banco, observando los fuegos artificiales con una sonrisa en su rostro, mientras que Mateo paseaba por ahí con sus amigos.

En cuanto se cruzaron sus miradas, algo mágico sucedió: sintieron una conexión especial, como si se conocieran de toda la vida. Desde ese momento, Lola y Mateo no podían dejar de pensar el uno en el otro.

Se encontraban casualmente en la panadería del pueblo, en la feria de artesanías e incluso compartieron risas en el parque de diversiones. Parecía que el destino los había unido de alguna manera.

Un día, mientras paseaban juntos por la orilla del río, Lola le preguntó a Mateo:- ¿Qué crees que significa esta conexión tan especial que tenemos? Mateo sonrió y respondió:- Creo que es porque estamos destinados a ser grandes amigos y apoyarnos mutuamente en todo lo que nos propongamos.

Lola asintió emocionada y juntos hicieron un pacto: serían inseparables y siempre estarían ahí el uno para el otro sin importar qué pasara. Los días pasaron y la amistad entre Lola y Mateo creció más fuerte cada vez.

Se contaban secretos, compartían sueños e incluso tenían sus propias bromas internas que solo ellos entendían. Eran como dos piezas de un rompecabezas perfectamente ensambladas. Pero un día llegó una noticia inesperada: la familia de Lola tendría que mudarse a otra ciudad debido al trabajo de sus padres.

Esto significaba tener que despedirse de su querido pueblo y también de su gran amigo Mateo. Lola estaba triste por tener que separarse de él, pero sabía que su amistad era tan fuerte que podrían superar cualquier distancia.

Antes de irse, le entregó a Mateo una cajita envuelta en papel brillante. - Esto es para ti -dijo Lola con una sonrisa nostálgica-. Ábrelo cuando extrañes nuestra conexión especial. Mateo aceptó el regalo con gratitud y prometió guardarla como su mayor tesoro.

Se despidieron con abrazos sinceros y lágrimas en los ojos. Con el paso del tiempo, Lola hizo nuevos amigos en su nueva ciudad pero nunca olvidó a Mateo ni aquella noche mágica del 31 de diciembre.

Por otro lado, Mateo seguía siendo parte importante de su vida aunque estuvieran lejos físicamente. Una tarde lluviosa mientras revisaba sus recuerdos guardados en una caja vieja, Mateo encontró aquella cajita brillante que le había dado Lola antes de partir.

Con manos temblorosas la abrió lentamente y dentro descubrió una carta escrita por ella:"Querido amigo, Aunque estemos lejos físicamente, siempre llevaremos nuestra conexión especial dentro de nuestros corazones. Recuerda que las verdaderas amistades trascienden cualquier distancia o tiempo.

Gracias por haber sido parte importante en mi vida desde aquel mágico 31 de diciembre. "Las lágrimas brotaron involuntariamente de los ojos de Mateo al leer aquellas palabras tan llenas de cariño y nostalgia.

En ese momento comprendió lo valiosa que era esa amistad única e irreemplazable con Lola. Decidió escribirle una carta emotiva expresándole cuánto significaba para él su amistad eterna e indestructible.

Desde entonces intercambiaron cartas regularmente manteniendo viva esa conexión especial entre ellos a pesar del tiempo y la distancia.

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