La Amistad es un Tesoro
Era un día soleado en la escuela primaria "El Arco Iris". Sandra llegó entusiasmada al colegio, lista para ver a sus amigas y disfrutar de su recreo. Sin embargo, al entrar al patio, notó que Laura y Melisa, sus dos mejores amigas, estaban separadas, cada una en un rincón. Una sombra de tristeza se instaló en el rostro de Sandra al recordar que habían tenido un conflicto reciente por un malentendido.
"Hola, chicas!", saludó con una sonrisa, tratando de que no se notara la tensión. Laura le respondió con un gesto amable, pero Melisa sólo miró al piso, algo desanimada. Sandra sabía que tenía que hacer algo. No podía permitir que la pelea las separara.
"¿Qué tal si hacemos un juego?", sugirió Sandra, intentando cambiar el ambiente. Ambas la miraron con curiosidad.
"¿Qué tipo de juego?", preguntó Laura, aún algo reservada.
"Podemos jugar al escondite, pero este es especial. En lugar de escondernos, ¡tendremos que trabajar en equipos y ayudarnos a encontrar los mejores escondites!", propuso Sandra, sonriendo ampliamente.
Tal vez la idea de crear equipos de a tres las uniera de nuevo. Después de todo, ambas se destacaban en su habilidad para encontrar buenos escondites.
Laura, visiblemente interesada, dijo: "Me gusta la idea. Aunque, ¿no deberíamos jugar de dos a dos en vez de tres?"
"No, no, eso sería muy poco divertido", respondió Melisa, animándose un poco. "Si somos tres, hay más posibilidades de esconderse y encontrarse."
Sandra vio que ambas empezaban a entusiasmarse un poco y aprovechó esa oportunidad. Rápidamente eligió ser la —"buscadora" primero.
"¡Uno, dos, tres! ¡A esconderse!", gritó Sandra y comenzó a contar. Laura y Melisa corrieron en direcciones opuestas, cada una buscando un buen lugar donde esconderse, pero a la vez, pendientes de lo que hacía la otra.
Cuando Sandra terminó de contar, empezó a buscar. Encontró primero a Laura detrás de un árbol. "¡Te encontré!", exclamó. Pero antes de que pudiera atraparla, Laura se giró y se dio cuenta de que Melisa había salido de su escondite. Ambas se comenzaron a reír.
"¡¿Qué hacen? ! ¡Tengo que encontrarlas!", gritó Sandra entre risas.
"Estamos escondidas, no te puedes ver", respondió Laura jocosamente, mientras ambas niñas se echaban a reír. Entonces, Sandra decidió hacer algo diferente y se quedó parada en el medio del patio.
"¿Por qué no se juntan y hacen una estrategia para no ser encontradas?", sugirió Sandra con una sonrisa, intentando romper el hielo entre ellas.
Laura y Melisa se miraron un momento, como si entendieran que ese juego estaba siendo más que solo diversión. Maryas, Laura decidió acercarse. "Chicas, ¿por qué no tratamos de coordinar?"
"¡Sí! ¡Trabajemos juntas!", exclamó Melisa, animándose.
Y así, la risa volvió a llenar el patio mientras Sandra las guiaba. Finalmente, todas se unieron y entre risas pasaron a ser un gran equipo. El juego había dejado de ser sobre ganar o perder, y se había convertido en un momento de unión.
Natalia, la maestra, las vio riendo y se acercó para preguntarle qué pasaba. Sandra, emocionada, respondió: "Estamos jugando al escondite en equipo. ¡Y es muy divertido!"
Natalia sonrió y se unió a ellas, supervisando el juego. Entre carreras, gritos y risas, Sandra se dio cuenta de que su pequeño gesto había funcionado. A minutos del final del recreo, Laura y Melisa, reconciliadas, se acercaron para darle un abrazo a Sandra.
"Gracias, amiga. No sé qué haríamos sin vos", dijo Laura.
"Sí, gracias, Sandra. A veces nos olvidamos de lo importante que es trabajar en equipo", agregó Melisa.
"La amistad es un tesoro que hay que cuidar, chicas. Siempre hay que hablar y resolver nuestros malos entendidos", les respondió Sandra con una sonrisa.
Cuando sonó la campana, las tres amigas regresaron a sus aulas con el corazón lleno de alegría. Desde ese día, decidieron que, aunque a veces tuvieran diferencias, nunca dejarían que eso interfiriera en la belleza de su amistad.
Y así, Sandra, Laura y Melisa aprendieron una valiosa lección sobre el poder de la empatía y la unidad, no solo en el juego, sino en la vida misma.
FIN.