La Amistad Está en el Aire
Había una vez una niña llamada Lía, que todos los días entraba a su salón de clases sintiéndose un poco triste. Era una niña muy tímida, y aunque deseaba hacer amigos, siempre le costaba acercarse a sus compañeros. Sus días transcurrían entre sus libros y sus sueños, pero la soledad la acompañaba en cada recreo.
Un día, mientras Lía estaba sentada sola en un rincón del patio, llegó una niña con una gran sonrisa. Se llamaba Sofía y era conocida por ser muy amable y extrovertida.
"Hola, ¿te importa si me siento aquí?" - preguntó Sofía, sentándose al lado de Lía.
Lía miró a Sofía, dudosa, y respondió tímidamente:
"Um... no, no me molesta."
"¿Por qué no te veo jugar con los demás?" - inquirió Sofía, con curiosidad.
"Es que... soy muy tímida y no sé cómo empezar a hablarles. A veces, me da miedo que no quieran ser mis amigas" - confesó Lía, sintiendo que su corazón se abría un poco.
Sofía sonrió con calidez y dijo:
"Entiendo. A veces, a mí también me cuesta un poco. Pero, ¿sabés qué? La amistad comienza con un pequeño paso. ¡Podemos intentarlo juntas!"
Desde ese día, Sofía se comprometió a ayudar a Lía a abrirse. Cada vez que veían a un grupo jugando, Sofía la animaba:
"Vamos, Lía, juguemos con ellos. Despreocupate, seguro que les caes bien."
Un día, se organizaron juegos en el salón y había un concurso de saltos. Lía observaba desde un costado, sintiendo que no podía participar. Sofía, notando la tristeza en su amiga, la tomó de la mano y dijo:
"¡Vamos! Tu puedes. Solo se trata de divertirse. Lo importante no es ganar, sino vivir el momento. ¿Querés intentar?"
Con un poco de miedo, pero también de entusiasmo, Lía aceptó. Corrió hacia el grupo y, con la voz entrecortada, se presentó:
"Hola, soy Lía. Puedo saltar también."
Los demás niños se miraron sorprendidos y luego sonrieron:
"¡Claro! Anotate en la competencia."
Fue su primer gran paso. Aunque no ganó, Lía se sintió feliz de haberlo intentado.
Un día, mientras Lía y Sofía jugaban, se acercaron algunos niños. Uno de ellos, Lucas, les dijo:
"¿Quieren hacer un equipo para la próxima competencia de la semana que viene?"
Sofía miró a Lía emocionada, y Lía se animó a responder:
"¡Sí, nos encantaría!"
Con el tiempo, la amabilidad de Sofía y el valor de Lía comenzaron a atraer a otros niños. Todos los días, Lía se sentía más segura y feliz. Junto a sus nuevos amigos, aprendió que la amistad no solo se trata de estar juntos, sino también de apoyarse y animarse mutuamente.
Una tarde, mientras estaban todos reunidos, Lía tuvo una idea:
"¡Podríamos hacer una fiesta para celebrar nuestra amistad!"
Los niños aplaudieron la idea con entusiasmo:
"¡Sí! Hagamos una gran fiesta!"
Así, juntos organizaron la fiesta. Prepararon juegos, decoraciones y, por supuesto, mucha comida deliciosa. El día de la fiesta, Lía se sintió como la niña más feliz del mundo mientras veía a todos disfrutar.
"Todo esto comenzó porque tuve una amiga que me ayudo a salir de mi conchita. Gracias, Sofía" - dijo Lía con una gran sonrisa.
"Y gracias a vos, que te atreviste a ser parte de esto. La verdadera amistad se construye cuando compartimos nuestros miedos y alegrías" - respondió Sofía, dándole un abrazo.
La fiesta fue un éxito, y desde ese día, Lía nunca más se sintió sola. Aprendió que ser tímida no era una limitación, sino que podía superarlo si daba pequeños pasos hacia adelante. Con el apoyo de su amiga y su nueva pandilla, descubrió que la amistad era como un aire fresco que siempre estaba al alcance, listo para ser respirado.
Y así, en el rincón de aquel salón de clases, florecieron muchas amistades bajo la luz de la confianza y el amor. Todos aprendieron que a veces, solo se necesita un poco de valentía para abrirse y aceptar a los demás.
Y colorín colorado, esta historia de amistad ha terminado.
FIN.