La Amistad Improbable
Érase una vez en un tranquilo barrio de Buenos Aires, un pequeño ratón llamado Ramiro que vivía en una vieja casa de madera. Ramiro era curioso, y pasaba sus días explorando los rincones de la casa en busca de migajas de comida. En el mismo vecindario vivía una gatita llamada Negrita, que, a diferencia de Ramiro, era ágil y astuta. Su pelaje negro como el azabache brillaba bajo el sol, y sus ojos eran del color de las esmeraldas. Siempre había considerado a los ratones como su potencial comida, así que nunca había tenido la oportunidad de conocer a Ramiro.
Un día, mientras Ramiro buscaba un trozo de queso en la cocina, se encontró con Negrita, que estaba tomando una siesta junto a la ventana.
- “¡Oh, no! ¡La gata! ” - pensó Ramiro, y se quedó paralizado. Pero para su sorpresa, Negrita no le atacó.
- “¿Qué hacés acá, pequeño? ” - preguntó Negrita, abriendo los ojos y estirándose.
- “Vine a buscar algo de comida. No quiero problemas... solo un poquito de queso” - respondió Ramiro, temblando de miedo.
- “No te preocupes, no tengo hambre ahora. ¿Sabías que te he visto correr por la casa? ”, dijo Negrita, mientras parpadeaba lentamente.
Ramiro se sorprendió. Aunque había pensado que todos los gatos eran sus enemigos, Negrita parecía diferente. Decidió acercarse un poco más.
- “Sí, pero siempre tengo miedo de que me hagas algo. Los ratones y los gatos nunca son amigos” - dijo Ramiro, con voz temblorosa.
- “Eso es cierto, pero a veces las cosas no son lo que parecen. Yo sólo quiero disfrutar del sol y no tengo ganas de jugar a cazar hoy”, respondió Negrita. La curiosidad empezó a ganar al pequeño ratón, así que se quedó un rato más.
A medida que pasaban los días, Ramiro y Negrita comenzaron a hablar más. Negrita le contaba historias sobre las aventuras que había tenido recorriendo el barrio. Ramiro, a su vez, compartía sus descubrimientos en la casa y le enseñaba a Negrita dónde podía encontrar las galletitas que dejaban caer los niños.
Sin embargo, un día, mientras los amigos estaban disfrutando de su charla, un gato viejo y gruñón llamado Don Gato apareció.
- “¿Qué está pasando aquí? ¡Un ratón hablando con una gata! ¡Esto es ridículo! ” - gruñó Don Gato, mirando con desdén a Ramiro.
Negrita, sintiendo la tensión, dijo:
- “¡Ay, Don Gato! Solo estamos charlando. Ramiro es un amigo.”
- “¿Amigo? ¡Es un ratón! ¿Dónde se ha visto tal cosa? ” - exclamó Don Gato, claramente escandalizado.
Ramiro se sintió muy inseguro. Pensó que tal vez Negrita había estado cometiendo un error al ser su amiga.
- “Tal vez deberías escuchar a Don Gato, Negrita. Los ratones y los gatos no pueden ser amigos” - dijo Ramiro, bajando la mirada.
- “No te preocupes, Ramiro. A veces hay que romper las reglas. La amistad no tiene forma ni tamaño” - respondió Negrita con seguridad.
Pero las palabras de Don Gato comenzaron a rondar la mente de Ramiro. En sus pensamientos, se repetía que su amistad no era posible. Así, sin poder evitarlo, decidió alejarse de Negrita, sin decirle nada.
Negrita, confundida, se sintió triste por la ausencia de su amigo. Pasaron días sin que se vean. Don Gato se reía cada vez que veía a Negrita sentada sola. Hasta que un día, Negrita decidió que no podía dejar que el miedo a lo que decían los demás la alejara de su verdadero amigo.
- “¡Ramiro! ¡Ramiro! ¡Necesito que vengas! ” - gritó Negrita desde la ventana.
Al escuchar su voz, Ramiro salió de su escondite.
- “¿Qué pasa, Negrita? ” - preguntó, con un tono incierto.
- “Me doy cuenta de que Don Gato no entiende lo que es la amistad. Y no pienso dejar que nos separe. ¡Eres mi amigo! ” - exclamó Negrita, con una gran sonrisa.
Ramiro sintió un gran alivio y su corazón se llenó de alegría.
- “¡Tenés razón! La amistad es más fuerte que lo que los demás piensan. ¡Volvamos a ser amigos! ” - dijo, saltando de felicidad.
A partir de ese día, los dos amigos comenzaron a demostrarle a Don Gato y a todos los demás que la amistad no tiene fronteras. Años después, cuando alguien veía a un ratón y una gata jugando juntos, se reían y decían:
- “Mirá, ahí van Ramiro y Negrita, los mejores amigos del barrio.”
La historia de Ramiro y Negrita se volvió famosa. Todos en el vecindario aprendieron que no es necesario ser iguales para llevarse bien, y que lo más importante en la vida es tener amigos que te aceptan tal como sos, sin importar lo que digan los demás.
Y así, Ramiro y Negrita vivieron felices, siempre recordando que su amistad quebró barreras y abrió corazones.
FIN.