La Amistad Inesperada



En el corazón de la Selva Perdida, donde las hojas susurraban secretos y la luz del sol danzaba entre los árboles, vivía una danta llamada Lila. Con su pelaje suave y su andar elegante, Lila disfrutaba de los días paseando por el bosque, comiendo hojas frescas y disfrutando de la compañía de los pájaros que cantaban a su alrededor.

"¡Hola, Lila!" - saludaba un pájaro amarillo, posándose en una rama cercana.

"¡Hola, pajarito! ¿Listo para cantar hoy?" - respondió Lila, feliz.

Pero un día, mientras Lila paseaba por un sendero nuevo, se encontró con un oso de anteojos llamado Tobías. Era un oso grande y algo torpe, con un par de marcas oscuras en su rostro que parecían gafas. Tobías estaba buscando una fruta muy especial y parecía un poco preocupado.

"Hola, oso. ¿Te gustaría unirte a mí en mi paseo?" - le ofreció Lila, con una sonrisa amable.

"Gracias, danta. Pero estoy en una misión. Necesito encontrar unas frutas dulces para preparar una deliciosa mermelada." - explicó Tobías, suspirando.

Lila, que sabía de un lugar repleto de frutas, decidió ayudarlo. Juntos fueron por el sendero, hablando y riendo.

"Así que, ¿qué te gusta hacer además de comer?" - preguntó Lila.

"Me encanta pintar, pero a veces me cuesta encontrar inspiración…" - respondió Tobías, un poco apenado.

Mientras caminaban, llegaron a un claro donde el suelo estaba cubierto de frutas brillantes y coloridas.

"¡Mira cuántas hay!" - exclamó Lila, emocionada.

"Sí, ¡son perfectas!" - dijo Tobías, iluminándose los ojos.

Así que empezaron a recoger frutas, hablando de sus sueños y cosas que les gustaban.

"Siempre he querido aprender a pintar paisajes de esta selva tan hermosa." - dijo Tobías con entusiasmo.

"Yo creo que con tu toque creativo, podés hacer algo espectacular. ¿Por qué no lo intentás?" - lo alentó Lila.

Justo cuando estaban por llenar su canasta, un fuerte viento sopló, haciendo que una rama cayera sobre la canasta y derramara todas las frutas.

"Oh no, todas nuestras frutas..." - dijo Tobías, desilusionado.

"No te preocupes, Tobías. Juntos podemos recogerlas de nuevo." - Lila sonrió.

Y así, comenzaron a recoger las frutas desparramadas. Pero mientras lo hacían, notaron que otros animales de la selva se acercaban, curiosos por lo que estaba sucediendo.

"¿Qué ocurre?" - preguntó una tortuga.

"Estamos recolectando frutas para hacer mermelada, ¡vengan a ayudarnos!" - exclamó Lila.

"¿Podemos probarla?" - preguntó un pequeño venado.

Así, otros animales se unieron a ellos. Todos comenzaron a ayudar a Tobías y Lila, llenando la canasta juntos.

"Este es un buen momento para compartir algo especial, ¿no?" - dijo Lila.

"¡Sí!" - respondió Tobías emocionado.

Cuando terminaron, Tobías decidió invitar a todos a probar la mermelada que haría con ellos como los ingredientes.

"Sería divertido hacer una fiesta con todos, ¡y compartir la mermelada!" - sugirió Tobías.

"¡Eso suena genial!" - dijo Lila.

La fiesta fue un éxito. Platos llenos de mermelada, risas y canciones llenaron el claro. Tobías pintó un hermoso mural en una gran roca, representando a cada animal mientras compartían juntos.

"Gracias, Lila, por ayudarme a encontrar mi inspiración. ¡Hiciste que esta aventura fuera especial!" - dijo Tobías.

"La amistad es la verdadera alegría de esta selva." - respondió Lila, sonriendo.

Desde aquel día, Lila y Tobías se hicieron inseparables, aprendiendo el uno del otro y disfrutando de las maravillas que la selva ofrecía. Y así, cada vez que uno de los dos se sentía desanimado, el otro siempre estaba allí para recordarle lo importante que es seguir los sueños y disfrutar de la compañía de amigos maravillosos.

Así, la selva se llenó de risas, colores y mucha mermelada, gracias a la hermosa amistad entre una danta y un oso de anteojos.

FIN.

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