La Amistad Intergaláctica



Érase una vez un pequeño extraterrestre llamado Luni, que vivía en un planeta lejano lleno de colores brillantes y criaturas maravillosas. Un día, mientras exploraba el espacio en su pequeña nave espacial, decidió viajar a un lugar que había visto desde su telescopio: la Tierra.

Su nave aterrizó suavemente en un jardín de flores, donde conoció a una niña llamada Ana. Ana era curiosa y aventurera, con grandes ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba el día.

- ”¡Hola! ¿Quién sos? ” - preguntó Ana, sorprendida y emocionada al ver a Luni.

- ”Soy Luni. Vengo de un planeta lejano. ¿Puedes ayudarme a encontrar el camino de vuelta a casa? ” - respondió Luni con su voz suave y alegre.

Ana, intrigada por el pequeño ser, decidió que en lugar de ayudarlo a irse, quería ser su amiga. Así que le dijo:

- ”¡Ven! Te llevaré a mi escuela, allí conocerás a mis amigos y aprenderemos juntos.”

Luni aceptó con gusto y, un poco nervioso, siguió a Ana. Cuando llegaron a la escuela, Ana lo presentó a sus compañeros.

- ”Chicos, este es Luni. ¡Viene de otro planeta! ” - exclamó Ana con entusiasmo.

Los amigos de Ana miraron a Luni con curiosidad, algunos se acercaron para tocarlo, ¡era tan suave y brillante!

- ”¿Puedo mostrarte algo? ”, dijo un niño llamado Mateo. Luni sonrió y asintió.

Mateo lo llevó al patio de la escuela, donde había una pelota de fútbol. Luni, intrigado, miró el juego y decidió unirse. Pero, al intentar patear la pelota, la levantó volando por los aires.

- ”¡Espera! No quería hacer eso.” - dijo Luni, mientras la pelota daba vueltas sobre sus cabezas.

Todos se rieron y comenzaron a jugar con la pelota voladora. Luni, aunque un poco torpe, se divirtió mucho. Así, la amistad comenzó a crecer.

Día tras día, Luni y Ana compartieron aventuras. Juntos exploraron el parque, construyeron fuertes en el patio, y hasta ayudaron a los demás a cuidar de un pequeño gato perdido que encontraron. Un día, mientras estaban en la playa, Luni hizo algo impresionante:

- ”Voy a usar mi poder para convertir la arena en colores brillantes.”

Luni levantó sus manitas y, al instante, la arena se transformó en arcoíris. Todos los niños quedaron maravillados.

- ”¡Eso es increíble! ” - gritó Sofía, otra amiga de Ana.

- ”¿Puedo hacer eso también? ” - preguntó Mateo, ansioso por intentarlo.

Luni sonrió y enseñó a los niños cómo imaginar y crear juntos.

Sin embargo, después de varias semanas de aventuras, Luni empezó a sentirse nostálgico. Recordaba su hogar y a su familia, pero no quería dejar a sus nuevos amigos. Una tarde, mientras estaban sentados bajo un árbol, Ana lo notó triste y le preguntó:

- ”¿Qué te pasa, Luni? ”

- ”Extraño a mi hogar, pero no quiero irme de aquí.” - Luni contestó con una voz melancólica.

Ana, con su gran corazón, pensó por un momento y dijo:

- ”Siempre serás parte de nosotros, aunque vayas a tu planeta. ¡Podemos quedarnos en contacto! Podemos hacer un club de amigos intergaláctico. Cada vez que mires al cielo, piensa en nosotros.”

- ”¡Eso suena genial! ” - exclamó Luni, el brillo regresó a sus ojos.

Y así, llegó el día de que Luni debía regresar. Los amigos le organizaron una despedida mágica, llenaron el jardín con dibujos de ellos jugando juntos y escribieron mensajes de cariño. Ana le entregó a Luni una pequeña estrella de papel como recuerdo.

- ”Cuando mires esta estrella, recuerda que somos amigos para siempre.” - le dijo Ana.

- ”¡Gracias, Ana! Prometo volver y contarles sobre mis aventuras.” - Luni sonrió mientras subía a su nave.

Con una última mirada a la Tierra, Luni se despidió de su amiga y se lanzó hacia el cielo lleno de estrellas. Mientras se alejaba, Ana miró hacia arriba y dijo:

- ”¡Siempre serás parte de nuestro mundo! ”

Y así, aunque a miles de kilómetros de distancia, Luni y Ana mantuvieron su amistad eterna. Y siempre que miraban al cielo, sonreían, sabiendo que tenían una estrella especial que las unía.

FIN.

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