La Amistad Intergaláctica
En un pequeño pueblo de Argentina, dos amigos, Julián y Sofía, miraban las estrellas cada noche desde el techo de la casa de Julián. Soñaban despiertos con la posibilidad de que algún día conocieran a seres de otros planetas.
Una noche, mientras observaban el cielo, un extraño objeto volador se acercó a ellos zumbando. Era una nave espacial de colores brillantes que aterrizó suavemente en un campo cercano. Con un brillo de emoción en sus ojos, Julián y Sofía se acercaron cautelosamente. Al tocar la tierra, la puerta de la nave se abrió y de ella salió un alienígena pequeño y amistoso llamado Zog.
"¡Hola, humanos!", saludó Zog con una sonrisa amplia.
Sofía y Julián, sorprendidos pero emocionados, respondieron a su saludo.
"¡Hola! ¿Eres un extraterrestre?" preguntó Sofía.
"Sí, soy de un planeta llamado Glíptor. Vengo en son de paz y amistad", explicó Zog.
Días después, Zog comenzó a visitar a Julián y Sofía con regularidad. Les enseñó sobre su planeta, lleno de criaturas fantásticas y paisajes coloridos.
"En Glíptor, tenemos árboles que cantan y flores que iluminan la noche. Ustedes deberían visitar algún día", dijo Zog emocionado.
Los amigos comenzaron a imaginar su viaje a Glíptor, llenos de ganas de ver todo lo que Zog les describía. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, algunos mayores del pueblo comenzaron a dudar sobre Zog.
"Ese alienígena no es de fiar", decía Don Pedro.
Alarmados, Julián y Sofía decidieron defender a Zog.
"No, él es nuestro amigo, viene a enseñarnos cosas nuevas y a compartir su cultura", alegó Julián.
Un día, el pueblo organizó una reunión. Julián y Sofía se plantaron en el escenario con Zog al lado.
"Queremos presentarles a Zog, nuestro amigo de otro planeta", dijo Sofía.
Los murmullos en la sala aumentaron, pero Julián continuó:
"A veces es fácil tener miedo a lo desconocido, pero Zog nos ha mostrado que la amistad no tiene fronteras, ni siquiera entre planetas".
Zog, sintiendo el apoyo de sus amigos, tomó un paso adelante y habló:
"Yo solo quiero aprender de ustedes y compartir lo que sé".
Para demostrar su buena voluntad, Zog ofreció mostrarles algo mágico. Con un gesto de sus manos, hizo que diferentes colores danzaran por la sala, creando figuras de luces que representaban felicidad, amistad y unidad.
La gente del pueblo comenzó a aplaudir, sorprendidos y maravillados por la habilidad de Zog.
"¡Bravo!", gritaron algunos niños, mientras sus padres sonreían.
Don Pedro, poco a poco, empezó a sonreír también y se levantó para aplaudir.
"Tal vez nos hemos equivocado. La amistad es poderosa y puede unirnos, sin importar de dónde venimos", admitió.
La reunión terminó con abrazos entre todos los presentes, y Zog fue recibido como un amigo.
Con el tiempo, Julián, Sofía y Zog trabajaron juntos para crear un club intergaláctico que promovía el intercambio cultural y la creatividad. Desde entonces, cada semana, los niños del pueblo y Zog se reunían para aprender sobre el arte, la música y los juegos del otro, creando un puente de amistad interplanetario.
Cuando finalmente llegó el momento de que Zog regresara a Glíptor, Julián y Sofía le prometieron que alguna vez lo visitarían.
"Recuerden, la amistad puede atravesar galaxias", dijo Zog antes de subir a su nave.
Y así, cada noche, mientras miraban las estrellas, Julián y Sofía recordaban esa maravillosa amistad que habían construido. Sabían que, aunque el universo era vasto y misterioso, el amor y la amistad siempre encontrarían el camino.
¡Y así, nació la hermosa historia de la amistad intergaláctica donde la valentía, la creatividad y el amor brillan más que cualquier estrella!
FIN.